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Ronda

Y toda Ronda volvió a peregrinar hasta Padre Jesús

Como cada primer viernes de marzo, la iglesia de Padre Jesús volvió a acoger el tradicional besapié al ‘Señor de Ronda’ y el besamanos a la Virgen de los Dolores, con varios cientos de fieles

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Esta noche, sin lugar a dudas, la cruz de Padre Jesús va a pesar mucho más después de todo un día de peticiones, que se deben a la gran devoción que tienen los rondeños al Señor”. El hermano mayor de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús, Alejandro Rey, asistía ayer, como cada primer viernes de marzo, a la peregrinación que miles de personas, se estima que entre 6.000 y 7.000 a lo largo de todo el día, hicieron hasta la iglesia situada en el barrio que lleva el nombre del ‘Señor de Ronda’. Y admitía Rey que no deja de sorprender a la Hermandad, “por muy acostumbrados que estemos” a esta y a algunas otras imágenes de devoción sin medida, el fervor que mueve todo lo que rodea a esta querida imagen de la ciudad. 
La Cuaresma, que arrancó hace días, empezó para Padre Jesús este viernes. Siempre ocurre el primer viernes de marzo. Desde ahora, toca contar los días hasta la noche del Jueves Santo; “y los días desde hoy ya vuelan”, bromeaba el hermano mayor.

Niños de distintos colegios de Ronda; los usuarios de Asprodisis; grupos de mayores de centros de la ciudad; rondeños “y también muchos serranos e incluso gente venida desde fuera de la comarca que cada año tiene una cita en Padre Jesús” durante la celebración del besapié del Señor y el besamanos de la Virgen de los Dolores.

A primera hora de la mañana, la Eucaristía celebrada lleno la iglesia; no dejaron después de contarse promesas, peticiones, velas encendidas o estampas del Señor y la Virgen. Padre Jesús, como cada año, portando la Cruz en la nave central de la iglesia, ante el altar, iluminado por la luz natural que se colaba ayer, de nuevo, por los óculos de la zona superior del templo.

Una mujer rezaba a primera hora el Rosario en voz alto, para todos los presentes; y era seguida por las numerosísimas personas que, sentadas en los bancos del templo, soltaban entretanto alguna lágrima, hablaban en voz baja al Señor o tapaban sus ojos con alguna de sus manos para rezarle.

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