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Barbate

La soledad del miserable

En el último artículo ya hablé de esos personajes que pululan por la vida tratando de fastidiar a los demás con el más que lamentable objetivo de esconder sus propias miserias

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En el último artículo ya hablé de esos personajes que pululan por la vida tratando de fastidiar a los demás con el más que lamentable objetivo de esconder sus propias miserias. Esos personajes que no se aplican el cuento jamás y que siempre ven la paja (sí, he dicho paja, jejeje) en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Y esta semana quiero ahondar en este maravilloso tema.

Hablo de esas personas, simples conocidos, amigos entre comillas, familiares en algunos casos, vecinos en otros, que cuando te cruzas con ellas buscan la manera de hacerte sentir mal, resaltando defectos que muchas veces son visibles como la calvicie, la gordura, etc. Es decir, hablo de esas personas que nada más verte te sueltan que están más gordo, o que tienes canas, o que estás cada día más calvo, o que has envejecido, o que tu equipo de fútbol perdió, o que tu mujer te dejó, o te preguntan cómo está tu suegra a sabiendas que no está bien. Hablo de esas personas que si te vieron cometer un fallo te lo recuerdan hasta la saciedad. Hablo de esas personas que si te vieron borracho el fin de semana el lunes te buscan para recordarte que hiciste el ridículo. Hablo de esas personas que le preguntan a tu mujer si está embarazada sabiendo que no lo está, pues lo que busca es la manera de decirle que ha cogido unos kilitos.

Huyan de estas personas, son simplemente gente miserable, gente aburrida, agobiadas consigo mismas. Gente que realmente no pueden verse en el espejo, gente que por dentro se odian, gente que realmente no se soportan. Son personas que suelen hablarte mal de tu hermano, o de tu cuñado, pero no lo hacen directamente, sino con circunloquios, con rodeos, con indirectas y con lengua viperina. Son personas que parecen que en lugar de sangre, por sus venas recorre veneno. Seguro que ya saben de qué tipo de personas les hablo, las hay en todas las familias, en todos los pueblos, en todas las esquinas de este mundo.

Suelen alegrarse y mucho con las desgracias ajenas, las cuales difunden con el altavoz de su maldad intrínseca. Suelen cotillear con mala fe, suelen criticar sin miramientos y buscando dañar. Solo dañar. Hacer daño. Pero también suelen ser personas que están solas, aunque tengan familias y algunos amigos. Suelen estar amargadas y en sus pupilas no brilla más que la envidia y el cinismo. Suelen ser personas que les hable de lo que les hable, ellas saben más que usted y que yo juntos. No hay tema que no dominen, aunque lo que buscan en disimular, sin éxito, su supina ignorancia. Y suelen ser personas que hacen desgraciados a quienes tienen alrededor, desde esposas, maridos, hijos, madres, padres. Por eso están solas, muy solas.

Huyan de estas personas pero si no pueden, porque son familia o amigos de un amigo o vecinos, créanme, no les haga nunca caso, ignórenlas porque estas personas se alimentan con tu dolor y se crecen cuando saben que te han tocado la fibra. Viven por y para eso. Por eso, a esos tristes seres, a esos lamentables humanos, lo que más les jode es la indiferencia y en todo caso, si tampoco es posible, lo mejor es decirles a la cara lo que son: gente triste, amargada, llena de complejos, inseguras y miserables. Lo bueno, lo mejor de todo, es que ellos saben que todo esto es verdad y eso les jode tanto que por eso se dedican a intentar joder al resto, sobre todo a aquellas personas que tratan de ser felices sin dañar en lo posible a nadie.

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