Aunque todo el mundo lo conoce como Matías, su verdadero nombre es Vicente. Lleva toda la vida tras el mostrador entre sabores y barquillos, aunque reconoce que hasta hace tres años no aprendió a hacer helados.
Vicente heredó junto a sus hermanos la empresa que su padre abrió en 1946 y que con el paso del tiempo se ha convertido en un pequeño icono de Barbate y un sitio de referencia para tomar un buen helado artesano. “Mi padre era de Murcia y trabajaba en una fábrica de juguetes, pero cuando se acababa la campaña se venía a la provincia de Cádiz con otra empresa vendiendo helados” cuenta. Con 30 años, el padre de Vicente se instaló en Barbate y abrió la Heladería Matías.
“Yo ayudaba primero a mi padre y luego a mi hermano a hacer los helados, aunque yo no aprendí a hacerlos realmente hasta hace tres años” dice. Sin embargo, hay algo de lo que Vicente se siente muy orgulloso: de que sus helados hayan llegado al extranjero “y de que hayan llevado el nombre de Barbate”.
Y es que, como él dice, “los helados de Matías han llegado tan lejos como el atún”. Razón no le falta, porque como anécdota cuenta que los barcos japoneses que cada año vienen para la temporada de la almadraba le encargaban 200 tarrinas de helados cadas 15 días, e incluso un año “pidieron 500 antes de marcharse, así que llegamos hasta Japón”.
Otra de las historias curiosas que Vicente recuerda es la de una chica americana que vino a Barbate con un programa de intercambio y que al llegar a la casa que la acogía preguntó dónde se encontraba la heladería de Matías. “Supongo que habría hablado con otros amigos que ya habían estado aquí de intercambio”, de lo que Vicente dedujo rápidamente que “el boca a boca es la mejor publicidad”.
Fiel a lo clásico
En cuanto a lo que ofrece, Vicente sabe que se ha quedado en lo clásico, aunque a veces a arriesgado con la creación de helados más exóticos como el de queso con miel o el de tinto de verano hecho de Sangre de Toro. Pero intenta mantener el espíritu con el que su padre abrió la heladería, haciendo célebre su corte de frutas.
Ahora Vicente mira hacia el futuro aunque se encuentra a las puertas de la jubilación. Entre sus proyectos se encuentra el de poder vender sus helados por encargo fuera de Barbate, un reto que afronta con ilusión por llevar aquel corte de frutas que hacía su padre a cualquier lugar. Mientras tanto, continúa trabajando con esfuerzo “para mantener la calidad que mi hermano y mi padre le dieron a nuestros helados”.