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Punta Umbría

Diego Ramírez Cayuela regala a Punta Umbría por su 50 Aniversario pasajes de su historia joven en boca de Marchena Colombo

Repasa el periodo de la segregación con un homenaje especial a la Comisión Fundacional y a los padres y abuelos de los puntaumbrieños de ahora

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Diego Ramírez Cayuela pronunció la pasada semana la conferencia 'Punta Umbría, historia de una segregación' (1944-1963), en la que incluyó un pasaje escrito por José Marchena Colombo (1862-1948) como regalo al municipio costero en su 50 Aniversario, “a modo de padre que le cuenta a su hijo cómo nació y cómo fue cuando era un niño y un adolescente”. No obstante, por el periodo en el que vivió Marchena, “conoció cómo surgió y se desarrolló a la perfección”

Así, relató que “Punta Umbría nació por generación espontánea. La Torre de su nombre, habilitada para carabineros veteranos, y la choza del polaco -que fue un pescador-, le merecieron la cuna. Corriendo el tiempo los mojarreros, los tapaesteros, los caballeros, los corvineros... buscaron el vinate del polaco. Y éste y el sargento del puesto debieron sembrar la verbena sagrada, círculo de la urbe. Los ingleses pidieron terreno y la Compañía de Río Tinto les construyó unas casas para las temporadas de baño. Huelva, que se desperezaba por las marismas y la ría, buscó la playa. En Punta no hay mosquitos -se dijo-. Es rara la noche sin manta en el lecho. Voló la fama, sirenas rubias, morenas, terciadas mojaron sus cuerpos. Y Punta Umbría es hoy un caudal: refinamiento, ciudad lacustre, tribu nómada, pueblo civilizado. Todo eso y habilidad, cordialidad, unido por el baño nivelador, por el sol, por la arena, y por un aislamiento delicioso”.

De estas palabras pasó Ramírez Cayuela a uno de los muchos artículos que escribió don Manuel Siurot que, en 1930, subrayaba: “con decir que esta playa onubense no tiene que envidiar a ninguna del mundo, está dicho todo”. De ahí que, al igual que Siurot, “esa fascinación la sintiera todo aquel que llegaba a este lugar, inhóspito y casi inaccesible en aquel entonces”.

De hecho, Eliacer Cansino incluyó en su OK, señor Foster que Punta Umbría “no es un lugar de paso para nada” pero, el que llegaba, “o se quedaba aquí a vivir, o volvía cada verano con su familia”, como afirmó Diego Ramírez en su intervención.

Repasando el avance del núcleo, realizó un homenaje a la gente de El Portil que, “en sus inicios, llegó a cuadruplicar en población a Punta Umbría”. Se dedicaban a la pesca de las jábegas, como explica una revista de 1930. La diferencia era tal, que en 1901 el censo de Punta Umbría constaba de 70 habitantes y el de El Portil, de unos 250.

Pero el ascenso de población en tierras puntaumbrieñas fue paulatino hasta la década de los 40, que es “cuando empezamos con la intención de ser independientes para regir nuestro propio destino”. No obstante, las carencias eran importantes y para seguir avanzando como destino turístico y pesquero, era esencial ser pueblo.

Las razones para pedirlo: “Punta Umbría tenía un territorio asentado con un núcleo urbano definido, contaba con más habitantes que otros pueblos de la provincia, por lo que cumplía el requisito de población, y también el de riqueza: rústica, turística y pesquera, sin olvidar las aportaciones de la contribución urbana”.

Tras esta primera parte, en la que situó los antecedentes del proceso de segregación y trató el peso que tenía la Punta Umbría de la época en la provincia de Huelva, los asistentes pudieron comprobar cómo evolucionó hasta adquirir tal entidad que le llevó a pedir ser un pueblo independiente.

En el segundo bloque repasó las biografías de las cinco personas que conformaron la Comisión Fundacional:  Juan Manuel Ríos Martínez, Juan Coronel Prieto, Eloy Martín Mayor, Juan Hernández González 'Chumín' y Juan Toscano Reyes 'Pascasio'. Este grupo, según Ramírez Cayuela, “soportó el grueso del proceso de segregación” y tuvo que hacer “multitud de trámites”, de forma que, ya en la tercera parte de la conferencia, detalló Diego Ramírez este largo proceso administrativo, que se extendió durante 20 años.

Según comentó, este grupo hacía, al menos, una reunión al año pero no tenía sede fija. “Hay un documento en el archivo, las actas de la comisión fundacional, que cuentan 20 años de historia y que es esencial para entenderlo todo”. Puesto que, fueran de unas ideologías o de otras, el nexo de unión de todos los miembros era Punta Umbría.

Entendiendo este equipo como “unos locos, iluminados, soñadores... sin la masa del pueblo, no llegaba a ninguna parte”. Y el pueblo estuvo detrás de ellos, avalando con casi su totalidad la segregación a través de su firma.

Como explicó, “fueron muchas idas y venidas a Madrid. Leyes, cambios de leyes, actualizaciones de la documentación”... Hasta que el 15 de enero de 1959, en el Consejo de Ministros, se aprobó el decreto de segregación.

Sin embargo, la noticia de Punta Umbría como nuevo pueblo de la provincia “tardará en llegar más de cuatro años por el periplo que tuvo que soportar en los tribunales, porque Cartaya no estaba de acuerdo. Quería tener una salida al mar y los límites impuestos no le convencían”. En palabras de Diego Ramírez, ese periodo “fue muy duro”, pero llegó el 26 de abril de 1963 “y hoy estamos aquí, 50 años después, celebrándolo”. De hecho, a su entender, “ésta es una forma más de hacer pueblo, celebrar el 50 aniversario”, realizando un especial homenaje a la Comisión Fundacional y a los padres, madres, abuelos y abuelas de los que hoy habitan Punta Umbría.

Diego Ramírez Cayuela fue presentado en la charla por José Mora Orta, quien señaló que es empleado público del Ayuntamiento puntaumbrieño, del departamento de Informática, e investigador de la historia de Punta Umbría. Cuenta con dos libros publicados: Evocadora Punta Umbría, en colaboración con la archivera del Consistorio Lola Címbora, y Punta Umbría, historia de una segregación.

Nació en 1965 en la calle Carpa. Amante de las tradiciones y la historia puntaumbrieña, desde 1997 la estudia en profundidad. Cuenta con un extenso archivo fotográfico del municipio. También ordenó el archivo de la hermandad de la Santa Cruz y fue pregonero del Patrón San Sebastián.

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