Las autoridades han admitido, por primera vez, la posibilidad de que los mineros no sobrevivan al accidente causado por una explosión de gas metano dentro de una de las galerías.
"Nos estamos preparando para todos los escenarios, y como parte de este proceso, también para una posible pérdida de vidas", indicó a los medios locales Gary Knowles, responsable policial de los equipos de rescate.
El peligro de que el gas tóxico subterráneo provoque más estallidos mantiene suspendida la operación de salvamento, que ahora está pendiente de que un robot del Ejército neozelandés descienda a la galería y muestre el camino a los servicios de emergencia.
Sin embargo, también preocupa que el cuerpo metálico provisto de una cámara de vídeo pueda encender una chispa.
El primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, visitó esta mañana la mina y aseguró que tiene la firma esperanza que los 29 trabajadores de la empresa Pike River saldrán vivos pese a que llevan incomunicados y sin alimento desde el pasado viernes.
"Me han dicho que hay oxígeno y que es muy posible que hayan abierto una vía para tener acceso a ese aire", dijo Key a las familias de las víctimas, a las que pidió paciencia, aunque aseguró que entendía su ansiedad y su miedo.
Key añadió que "los hombres que nos están esperando allí abajo entenderán que queramos ir a rescatarles, pero sin poner en peligro aún más vidas".
Puesto que no se les permite bajar al pozo, los miembros de los equipos de rescate se han puesto a los mandos de varias máquinas perforadoras para taladrar en la montaña un pequeño túnel de apenas 15 centímetros de ancho para medir la calidad del aire viciado.
Ya han penetrado más de 150 metros y esperan llegar esta noche a la pared de la galería donde están encerrados los mineros.
Los expertos opinan que es posible que los mineros estén vivos, pero que no se debe esperar mucho más para ir a rescatarles, algo que no sucederá hasta que mejore significativamente la calidad del aire.
"Tenemos que seguir analizando el gas para saber cuándo será posible entrar. Sabemos que las familias y amigos de estos hombres están ansiosos por que salgan con vida, y estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para cumplir ese objetivo", señaló el jefe de la unidad de respuesta rápida de la Policía, Kevin Powell.
Por su parte, uno de los dos supervivientes reconoció que ve cada vez más difícil que sus compañeros puedan correr su misma suerte.
Daniel Rockhouse, de 24 y quien salió por su propio pie, relató que cuando intentó arrastrar a un colega inconsciente a una cámara respiratoria, vio que ésta había sido contaminada porque se dejó la puerta abierta.
"Pensé, ¡esto tiene que ser una broma!", declaró Rockhouse, quien logró reanimar al trabajador con una bombona de oxígeno y cuyo hermano es uno de los 29 atrapados en la mina de carbón de Atarau, en la Isla Sur de Nueva Zelanda.
El consejero delegado de Pike River, Peter Whittall, admitió que desconoce si sus empleados tienen aire, pero agregó que, en cualquier caso, deben estar muy incómodos porque el sistema de ventilación continúa averiado.
La compañía explicó que los mineros están a sólo 150 metros de la superficie, pero 2,5 kilómetros de la entrada de la mina, bajo un túnel que pasa por debajo de la cordillera de Paparoa que se hundió de manera horizontal y no vertical, como sucedió hace un mes en San José (Chile).
Aquel feliz desenlace de los 33 chilenos que ha dado la vuelta al mundo sigue dando esperanza a las familias de los 29 trabajadores, de entre 17 y 62 años y todos neozelandeses excepto tres británicos, dos australianos y un sudafricano.
El alcalde de la cercana localidad de Greymouth, Tony Kokshoorn, expresó que todos están "en limbo" a la espera de recibir noticias sobre los mineros, cuyos seres queridos "necesitan saber que se está avanzando de alguna forma".