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Jueves 09/05/2024  

Lo que queda del día

La Navidad y el arte de disimular

Jerez tiene el reto de saber responder al fenómeno de las zambombas, de afrontar sus retos organizativos y de cultivarlo desde un sentido identitario

  • Sábado de zambombas en el centro de Jerez -

Escribió Chesterton que hay pocas costumbres “tan peligrosas y desagradables como las de celebrar la Navidad antes de tiempo”. Si viviera hoy día, probablemente, no podría soportarlo, y eso que hasta hace bien poco la mejor forma de presentir la llegada de la Navidad era a través del transistor encendido durante el desayuno mientras se emitía el sorteo de la Lotería.

Claro que cuando Chesterton hablaba de la Navidad lo hacía en letras mayúsculas, ahondando en una “hermosa paradoja, que “el nacimiento de un niño sin hogar se celebre en cada hogar”, pero también en su sentido humanístico y espiritual: “La Navidad es una de las pocas cosas que se mantienen firmes cuando se pierde la fe, y que siguen en pie cuando se vuelve a encontrar” -Christmas is a feeling in your heart, que cantaba Andy Williams-.

No es que se haya perdido ese sentido navideño, pero sí que la sociedad de consumo ha terminado por acapararlo, reconvertirlo y hasta engullirlo a su antojo. Cuando en enero pasado entrevistamos a Monseñor Rico Pavés y se refería a las situaciones de pobreza extrema que se siguen viviendo en nuestros días, le preguntábamos dónde quedaba toda esa realidad frente a esa misma sociedad de consumo que semanas atrás había abarrotado eventos y centros comerciales como si no hubiera un mañana.

El obispo concluyó que “vivimos momentos en los que mediante actos extraordinarios queremos disimular lo que ordinariamente estamos padeciendo. Es verdad que estas situaciones de eclosión en el consumo o en el modo de celebrar responden también a la contención de los años de pandemia, pero no deben ocultar que hay una situación de pobreza emergente y preocupante”.

Somos culpables. Hemos convertido la Navidad en el arte de disimular, rendidos asimismo a cierto don de la oportunidad, después de más de una década instalados en todo tipo de crisis, ya sea para disfrutar o para hacer negocio, pero al menos perviven los gestos de solidaridad con el prójimo, como ponen en evidencia los numerosos actos de entrega de alimentos, juguetes y donativos que se suceden durante todo este diciembre y en los que la caridad ejerce como superviviente e hilo conductor del mejor espíritu navideño dickensiano.

De entre todas esas oportunidades, una ha terminado convertida en fenómeno, la de las zambombas, que en apenas ocho años, desde su declaración como Bien de Interés Cultural, han vivido una ebullición que este año ha terminado por poner en duda si corrían el riesgo de morir de éxito. No lo parece.

Evidentemente, pocos aspectos guardan relación con su originaria concepción, más allá de las coplas y villancicos que animan la fiesta, pero han dado forma a una peculiar celebración que, por encima de todo, ha generado una actividad económica extraordinaria de la que no solo se benefician bares y hoteles, sino comercios, hermandades y, muy especialmente, numerosos artistas de la ciudad que también están contribuyendo a que la Zambomba, como marca propia de Jerez, eleve el atractivo del villancico flamenco a un nuevo estatus: no solo se trata de las actuaciones que se suceden cada semana en fiestas privadas o en recitales en el Villamarta, sino de las giras emprendidas por toda España para trasladar a los escenarios la riqueza de una tradición cultural y navideña sin igual.

Jerez -y Arcos, donde también asisten asombrados a la eclosión de su zambomba BIC en idéntico sentido- tiene ahora ante sí el reto de saber responder a la evolución del fenómeno -hay quien lo equipara ya a las Fallas y a los Sanfermines-, de afrontar sus retos organizativos, pero, sobre todo, de cultivarlo desde un sentido identitario -por disimular intentamos convencernos de que son lo más auténticas posible- frente al afán económico que, inevitable y afortunadamente, lo sustenta y tampoco habrá que desaprovechar, ya que son los momentos malos los que se presentan solos.

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