Ante la llegada masiva de turistas y la falta de aparcamientos (ya sé, la zona azul es impopular, pero ayudaría a que alguno que otro no dejase el coche aparcado en el mismo sitio del Paseo Marítimo durante sus quince días de vacaciones), decido bajar a la playa andando. Y como me aburro, me puse a contar las heces (o como se dice de forma más culta, mierdas) de perro. A la cabeza me vino la película Rain Man, protagonizada por Tom Cruise y Dustin Hoffman. Este último encarnaba a un personaje con un trastorno del espectro autismo conocido como el síndrome del sabio… vamos, que el colega tenía memoria fotográfica y una gran habilidad para contar… Concretamente, me vino a la memoria la escena en la que se cae una caja de palillos y en menos que canta un gallo supo que en el suelo había 246 palillos (y cuatro en la caja). Su hermano, Tom Cruise, flipó…
Ante la llegada masiva de turistas y la falta de aparcamientos (ya sé, la zona azul es impopular, pero ayudaría a que alguno que otro no dejase el coche aparcado en el mismo sitio del Paseo Marítimo durante sus quince días de vacaciones), decido bajar a la playa andando. Y como me aburro, me puse aPues a lo que iba, si Raymond (que así se llamaba el personaje perfectamente interpretado por Dustin Hoffman), se diese el mismo paseo que yo, acabaría de nuevo en el psiquiátrico porque le sería imposible contar los zurullos que salpican nuestras aceras. Yo dejé de contar cuando pasé la veintena, de los cuales siete estaban dentro de una bolsita. Y sí, es curioso, que alguien se agache, agarre la caca con una bolsa y tras hacer lo más difícil y asqueroso, acabe dejando la bolsita en cualquier esquina. Cosas del ser humano.
He de reconocer, porque todo hay que decirlo, que en los últimos veinte años ha mejorado la limpieza y la concienciación ciudadana en este bendito pueblo. Aún así, estamos a años luz de lo que debería ser un pueblo limpio y de unas actitudes ‘civilizadas’ (por favor, no me maten por decir esto). Queda mucho, pero muchísimo por hacer en el tema de la limpieza viaria y en la recogida de residuos.
Si me preguntan, abogo por dos campañas a lo bestia. Una de concienciación (pero bien hecha, no con un cartelito de un perro moribundo) y otra sancionadora… Sí, sancionadora, es decir, durante unos meses poner multas a destajo… multas a quienes tiran la basura a deshora, multas a quienes dejan basura en las playas, multas a quienes no recojan las mierdas de sus mascotas, multas para quienes desde el coche lancen basura por la ventanilla, multas y más multas… y con el dinero recaudado se les paga las horas extras que echen los policías locales o se compra una baldeadora nueva. Eso sí, multas sin mirar si el que comete la infracción es primo del concejal, cuñado del agente o vecino del alcalde. Y es que cuando tocas el bolsillo, no sabemos por qué, la gente acaba concienciándose mucho más rápido. Cosas del ser humano.
Ya sé, las multas quitan votos… pero bueno, quedan cuatro años para los próximos comicios y si el pueblo ve que ha servido de algo, seguro como que tengo un pene pequeño que al final se lo reconocerán a los responsables públicos de turno en las urnas.
Además, el otro día me adentré un poco en la Teoría de la Ventana Rota, desarrollada por James Q. Wilson y George L. Kelling (búsquenla en Google, merece la pena leer sobre ella). Una teoría social que nace tras un experimento realizado por un psicólogo de la Universidad de Standford, llamado Philip Zimbardo. Para resumir, viene a decir que “si en un edificio aparece una ventana rota y no se arregla rápido, finalmente las demás ventanas terminarán destrozadas. La lectura que deja la ventana rota es aquí no hay nadie que cuide esto”. Y es cierto, totalmente cierto.
Si aparece una pintada en la fachada de tu casa y no la quitas rápidamente, aparecerán más. Si en un callejón dejan una bolsa de basura y no se quita… otros depositarán las suyas ahí. A mí me pasó con una cuba tras una obra en mi casa… un día alguien tiró su basura en ella, no le di importancia y al final la cuba tenía más mierda que escombros.
Piensen en ello. Hay pueblos en los que uno no ve ni una colilla en el suelo, y eso impide que otros se atrevan a lanzar la suya. Si ves orden, limpieza y cuidado, te contagias de ese civismo. Si ves desorden, suciedad y descuido, igual pero al revés. Es más fácil tirar un papel en una calle sucia que en una limpia… Si uno no ve ni una mierda de perro por las calles, le resultará más difícil dejar la suya.
Siempre hay cafres, pero la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas somos seres sociales y nos dejamos llevar por el entorno. Tengo claro, clarísimo, como que con la edad me cuelga más el escroto, que esa teoría encierra mucha verdad. Esa presión social es la que nos hace muchas veces ser más cívicos y responsables cuando visitamos un pueblo que está limpio, que cuando estamos en el nuestro. Allí no tiramos un papel en el suelo y aquí nos la trae al pairo… y eso que es aquí donde viven nuestros hijos o nuestros abuelos y en teoría queremos lo mejor para ellos.
Así que pongan en marcha campañas de concienciación y pongan multas, pero también pongan más medios humanos y materiales para la limpieza, porque cuando demos con la tecla y nuestras calles, plazas y jardines estén todo lo limpio que nos merecemos los barbateños y barbateñas, a todos nos costará más trabajo ensuciarlos. Vamos a olvidarnos del “como todo el mundo lo hace, yo también lo hago”, y vamos a poner manos a la obra para reparar la puñetera ventana que ya lleva demasiado tiempo rota.