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Sevilla

Alejandro Fernández pasa de potrillo a icónico en Sevilla

Parecía imposible que la temperatura ambiente de la Sevilla más calurosa del año se pudiese elevar más todavía y lo conseguía Alejandro Fernández

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Parecía imposible que la temperatura ambiente de la Sevilla más calurosa del año se pudiese elevar más todavía la noche de este domingo, y es lo que ha conseguido Alejandro Fernández, que ha llegado a Icónica Sevilla Fest enfundado en un traje charro negro y rodeado de una veintena de músicos, que le han arropado como solo las grandes orquestas arropan a las grandes voces.

Tanta calor (en Sevilla se dice en femenino) hacía esa noche, que el concierto se retrasó media hora, con cita del de Ciudad de México a las 22.30, y a esa hora en punto su potente voz ha llenado la Plaza de España de Sevilla, presentándose el “potrillo” -apelativo que viene del nombre del rancho de padre, ‘Los potrillos’, en honor a sus tres hijos- con ‘Tantita pena’, la canción de Fernando Riba y Kiko Campos, que ha anunciado un icónico recital en mitad de un monumento de casi un siglo de vida.

“Es estupendo estar nuevamente en España después de tantos problemas y todo lo que hubo que hacer para finalmente pisar suelos españoles”, ha dicho a su público, casi 5.000 personas, para saludarle, sin obviar el entorno del recital y no poder evitar citar a “este lugar mágico y espectacular”.

Volvamos al calor (la calor), que era el tema recurrente de conversación en cualquier lugar de una ciudad donde, a la sombra, se ha llegado a los 43 grados: “Este calor que va ir a más, porque lo vamos a prender, porque esto es una noche mexicana”, ha soltado el artista. Eran las 22.45, y en Sevilla había 38 grados celsius. Sevill tenía un calor especial, con permiso de Los del Río.

 

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Lo que sí estaba claro es que Alejandro Fernández no quería pisar España y hacer un concierto más, y eso lo plasmó en negrita en la décimo quinta canción de la noche, ‘Me dediqué a perderte’, la inmortal obra de Leonel Garcia Núñez De Cáceres que ha interpretado junto a “la mejor voz de España”, como ha definido al presentarla a la cantante gaditana Niña Pastori.

Junto a ella ha hecho una versión para enmarcar, con un público que, a esa hora, ya se había olvidado de los sudores hispalenses y se había centrado en disfrutar de la treintena de canciones preparadas para la ocasión, mientras su imagen se reflejaba hasta en cuatro grandes pantallas para que nadie se perdiese detalle de nada.

Sin tiempo que perder, encadenando canción tras canción, han ido saliendo de su voz al firmamento sevillano ‘Canta, corazón’, ‘Nube viajera’ o ‘Dónde vas tan sola’, antes de elegir como su tema casi para irse un homenaje a su padre, el gran Vicente Fernández, que se marchó al cielo de las rancheras en diciembre de 2021, dejando, entre otros premios, dos Grammy, ocho Grammy Latinos, catorce Lo Nuestro y una estrella en el paseo de la fama de Hollywood.

 

 

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El potrillo, superada su 52 vuelta al sol, está en plena madurez artística, domina el escenario como pocos, tiene una orquesta y coros en total complicidad con su micrófono, y tiene toda la pinta de que su gira ‘Amor y patria’ ha llegado para quedarse entre las citas destacadas del verano en el universo musical español.

El espectáculo, al final, refleja ese amor que él siente y tiene “por la música, su familia y, sobre todo, su patria”, y ha llegado, quizás, cuando mejor puede defender su repertorio, mezcla de rancheras y canción romántica, con más de tres décadas de trayectoria y tras cautivar a millones de fans en todo el mundo con su voz privilegiada y característica y su interpretación repleta de sentimiento.
La de anoche ha sido una cita tricolor, como la bandera de su país, vista por decenas en el festival sevillano, y toda una devolución de conquistas. En 1521, Hernán Cortés conquistaba el entonces México-Tenochtitlan, y hoy 502 años después, Alejandro Fernández ha conquistado una ciudad situada a solo diez kilómetros del pueblo donde expiró la vida de Cortés, Castilleja de la Cuesta. Y hacía calor, y mucho, pero fue una noche de abanicos mentales, rancheras eternas y un potrillo que se hizo icónico.

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