Las aventuras de los dos impecables defensores de la ley siempre se saldaban, como no podía ser menos, con la detención de los malos y en las historias se hacía un completo despliegue de puñetazos y un uso habitual de la cachiporra un pequeño instrumento disuasorio que utilizaba Pedrín para someter a los malhechores.
Guerrero del antifaz
Otro clásico era El Guerrero del Antifaz un paladín en la lucha contra los infieles y muy concretamente contra el malvado Ali - Kan. El protagonista que exhibía una enorme cruz que le llegaba desde la cintura hasta el cuello actuaba como un acérrimo cruzado en defensa de la fe católica portando una espada de corte completamente recto que obviamente se diferenciaba de las curvadas en forma de media luna que utilizaban sus enemigos.
Solía ocultar el rostro con un antifaz negro de ahí su sobrenombre y se tocaba con un yelmo muy ajustado que le cubría la cabeza y que carecía de visera y de babera, ya que parte del cuello y de la cara, así como sus poderosos brazos, los cubría con una malla metálica. Tenía El Guerrero una novia eterna a la que había jurado fidelidad total y desconozco si terminó casándose con ella, pues conforme fui cumpliendo años me apasioné por el deporte del baloncesto y terminé olvidando a mis héroes.
El Cachorro, El Capitán Trueno y sobre todo Hazañas Bélicas eran otros clásicos de aquellos años. Las aventuras que acaecían en Hazañas Bélicas estaban relacionadas con la II Guerra Mundial, que hacía menos de una década que había finalizado y el espíritu de su autor Boix Car era plasmar en sus dibujos la lucha entablada entre el Eje y los Aliados, para que nos entendamos, entre alemanes contra británicos y norteamericanos. Por necesidades del momento el excepcional dibujante barría un poco en sus historias a favor de los alemanes por aquello de la conexión que tuvo el régimen con Adolfo Hitler en su momento.
Femeninos
No puedo olvidarme de las niñas en este reportaje, ya que muchos pensarán que el machismo imperante no permitía a las féminas el contar con tebeos como los niños. Pero nada más lejos de la realidad y aunque justo es reconocer que la variedad y el mayor número siempre se concebía para el género masculino, no obstante las féminas contaban con los que se conocían como Cuentos de Hadas y las más mayores con las inevitables pequeñas novelas de Corín Tellado, autora que batió el récord de historias de amor escritas. Es indudable que esta buena señora destrozaría en el curso de su carrera literaria varias máquinas de escribir.
Tampoco puedo pasar por alto un emblemático establecimiento que hasta no hace muchos años aún permaneció abierto en la calle Las Huertas y que era el centro neurálgico de los cambiadores de tebeos y de novelas, pues aunque los precios de adquisición eran baratos, las pírricas economías no permitían hacer derroches y había que recurrir al inevitable alquiler con el añadido en ocasiones de las manipulaciones infames del artículo por parte de algunos lectores.