Hacer humor de cualquier tema es sano; yo diría que además de sano es recomendable, para rebajar momentos de tensión, desenredar malos rollos y diluir negros nubarrones. Eso sí, hay que ser responsable y si queremos que todos admitan el chiste, debemos respetar a los que se sientan ofendidos por ello.
En TV3, presos de un arrebato anticlerical, han dedicado unos minutos de su programa para reírse de la Semana Santa; aunque parece que no se han atrevido a hacerlo en sentido general sino, como suele ser habitual cuando se hace desde una perspectiva chulesca y supremacista, muy propia más allá de Despeñaperros, basando sus puyas en la andaluza. Aunque, quizás por una confusión, quizás porque no saben donde tienen la cara o el sentido del humor, han mezclado churras, merinas y calçots, metiendo al Rocio donde no tiene nada que ver. Es lo que tiene cuando el cuñadismo toma el mando. Pero oye, una mala tarde la tiene cualquiera.
Algunos se quejan de andalufobia y de falta de respeto hacia la Semana Santa andaluza. No creo que sea éste el caso. Ese programa hace burla y chanza de todos los estamentos del poder y del todo el espectro político del país. En ese mismo programa hacían otro sketch riéndose de la Moreneta, así que no nos pongamos histéricos. Algunas veces tienen más gracia y otras, como el caso que nos ocupa, todo el malaje del globo. Pero eso no es odio; es, simplemente, mala pipa.
Más preocupante me resulta esa horda de papanatas que, yendo de modernos, se ríen cuando una cofradía pierde parte de su patrimonio entre las llamas. Ellos, en su mente cortita y recortada, piensan que ese cachondeo les puede hacer parecer como muy avanzados y defensores de la libertad. Lo más de lo más. Aunque su concepto de la libertad se parece mucho a un niño malcriado que no respira hasta que le hagan caso. Son unos pobres ignorantes que desconocen que en esta tierra se puede ser muy rojo, muy ateo y muy cofrade. Porque nuestra Semana Santa es tan transversal como barroca, tan contradictoria como variada, tan diferente de un territorio a otro como tan parecida en sus raíces.
Alegrarte del mal ajeno o reírte de él no te hace ser mas cuqui, más de izquierdas, más ateo, más moderno o más chulo. Más mala follá, eso sí.