Merkel, quien dio ayer una lección de autoridad, no se anduvo con tapujos y comenzó su primera declaración tras los comicios del domingo admitiendo que el mensaje dado por las urnas fue una “dura derrota” para los suyos, que más allá de las consecuencias en ese “Land” tendrá efectos en su gobierno de Berlín.
“Por el momento no habrá una rebaja fiscal, porque lo prioritario ahora es la consolidación presupuestaria”, afirmó la canciller, para concretar que tal posibilidad quedaba descartada “por lo menos para los próximos dos años” y que no es una opción a contemplar en los presupuestos de 2011 ni de 2012.
Con ello daba por zanjadas las exigencias de rebaja fiscal de sus socios del Partido Liberal (FDP), que primero entorpecieron las negociaciones de coalición con propuestas que la CDU rechazaba por imprudentes y que hasta ayer insistían en esa aspiración, arrastrando así los siete primeros meses de gobierno al disenso permanente.
Mientras Merkel presentaba sus conclusiones, el líder del FDP, vicecanciller y ministro de Exteriores, Guido Westerwelle, compareció compungido en la sede de su partido y afirmó haber captado “el toque de alerta” del electorado.
Westerwelle, principal responsable de la mala imagen del gobierno, según los sondeos, se comprometió a trabajar “por un mejor clima en la coalición” de Berlín, lo que implica acatar a Merkel.
Renania marcó un antes y un después para la coalición de Merkel, cuyos grandes proyectos para la actual legislatura pueden quedar bloqueados, uno tras otro, en el Bundesrat.
Este tipo de situaciones puede colocar a Merkel en dificultades, domésticas o globales.