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Comienzos carnavalescos

En esos tiempos, el Carnaval sólo traspasaba las puertas de tierra para dar una vuelta por los teatros y cines de los pueblos más cercanos...

  • Foto de grupo.

Aún recuerdo aquel lejano Carnaval de Cádiz, al que de niño solo fui algunos domingos de piñata en las excursiones que organizaba `Benito el pintor´  con los `coche la hora´.  Otros años escuchar por la radio el concurso del Falla, agudizando el oído para que no se me perdieran los repertorios entre el zumbido y el baile de los megahercios de la antigua Onda Media. En esos tiempos, el carnaval sólo traspasaba las puertas de tierra para dar una vuelta por los teatros y cines de los pueblos más cercanos. En Barbate, un grupo llamado Los Bandoleros, de la mano de Pedro Varo, cantaba tangos de `las flores´, los lilas´, `Mercaderes de Damascos´, `los pintores´, `los Marcianos´, `Bichito de luz´…, y graciosos cuplés y trabalenguas extraídos de un antiguo cancionero recopilatorio que trajo de Cádiz, y el Hoyo la Tota, parecía un típico barrio de Cádiz. En aquel potaje de tanguillos y pasodobles, de las estridentes gargantas de aquellos principiantes, destacan los imitadores del `pelahigo´, cantando  `cuando nace una criatura´, `los guasimodos´.  Juan M. Pacheco, José el Barbero, y un servidor, doblábamos la voz como `eunucos´ carnavalescos, llenando de carnaval todos los rincones desde `el huerto de la Garría´ al `río viejo´.

Con las credenciales de Paco Alba, Enrique Villega y Fletillas, nos doctoramos en el `cuartito del Bar Gallardo´, con la flor y nata de los carnavaleros gaditano en Barbate: Pepe y Andrés Titi, Manolo Herrera, Pedro Soriano, Paco Tamayo, Arrollo, Pepe el Canca, Cipriano… Los ritmos capitalinos sonaban el Hoyo la Tota desde aquellos veranos de los 60, con las bendiciones de un Dios Momo (Juan el Jorobao) y la Bruja Piti (la carabinera), y así porfiaban con los poderes reinantes, Bandoleros y Pachanga. Crean las primeras peñas carnavalescas y visten de domingo de piñata los 31 de diciembre, cantándoles a `Niño Dios´, en vez de villancicos, coplillas de carnavales, acercando las `Fiestas típicas´ de mayo y junio al loco febrerillo.

El pueblo entero recoge el mensaje y  por navidad la plaza del Ayuntamiento se convierte en `Domingo de piñata´ y las campanadas en pasodobles y cuplés, y  entre palmas y olés, con pasacalles carnavalescos marchaban a sus bailes Bandoleros y Pachanga,  donde cantaban sus repertorios que ensayaran durante tres meses. Era como el diario anual del pueblo, que disfrutaba con aquel anticipado carnaval que crecía cada año.

En la mili, me tocó de compañero Francisco Gómez Ortega (Pacoli, de El Puerto), que ese año no pudo salir en los `Gondoleros de Venecia´. El primer rancho de la brigada 3ª, los atardeceres se convertían en un bar de la viña, cuando con varios gaditanos cantábamos carnaval hasta que tocaban silencio. Cuando le comentaba que algún año nuestro grupo cantaría en el Falla, me decía que era muy difícil y que había que tener mucha afición.  Seis años más tarde en 1972, en un festival del Medinaceli, en el Cine Atlántico, le dijimos a Antonio Trujillo (Catalán grande),  que venía con los Play Boy, que nos compusiera una música para ir a Cádiz. Aún recuerdo aquel domingo que el Catalán y Silva, extraordinario terno, llegaban al Bar de Pacheco, y desde allí nos dirigimos al `almacén de los plátanos´ para que Antonio el Catalán grabara en una cinta cassette los cinco minutos musicales, de donde saldría el mítico pasodoble de la comparsa los Fenicios y los Cariocas.

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