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Tras treinta años de ausencia, el cólera regresa a un Líbano en crisis

El Ministerio de Salud ha contabilizado más de 2.400 contagios sospechosos y casi una veintena de muertes, mientras que la OMA alerta de la rápida propagación

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Paciente de cólera en Bebnine.

Paciente de cólera en Bebnine.

Pacientes de cólera en Bebnine.

Paciente de cólera en Bebnine.

Una bebé de un año llora desconsoladamente mientras las enfermeras tratan de colocarle una vía, hecha un ovillo sobre la cama de un hospital improvisado en el sótano de una mezquita en Bebnine, el epicentro del primer brote de cólera que sacude al Líbano en casi 30 años.

Nada más llegar en brazos de su madre, un nutrido equipo médico envuelto en batas azules, y patucos de usar y tirar le adjudica uno de los compartimentos flanqueados por cortinas en que se divide la austera estancia, habilitada la semana pasada ante el deterioro de la situación.

Bebnine se ubica a apenas 15 kilómetros de la frontera con Siria, donde hace dos meses comenzó el brote inicial de la enfermedad, y pertenece al distrito septentrional de Akkar, donde el pasado 5 de octubre se detectó el primer caso de cólera en territorio libanés desde 1993.

Desde entonces, el Ministerio de Salud Pública ha contabilizado más de 2.400 contagios sospechosos y cerca de una veintena de muertes, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó esta semana de su "rápida" propagación hasta alcanzar ya a todas las provincias del país.

UNA NOCHE DE LLUVIA

En Bebnine, la situación se descontroló a finales de octubre, explicó a Efe Nahed Saad al Dien, directora del centro médico Al Iman, dentro de la mezquita en cuyo sótano se ha improvisado una unidad especial para lidiar con esta enfermedad diarreica aguda.

"El primero caso fue un desplazado sirio que contrajo el cólera y murió. Estaba viviendo en un campo de refugiados cerca de un manantial de agua en Al Fouar, desde donde se propagó la epidemia por el agua llegando al pueblo", relató.

Las fuertes precipitaciones caídas una noche y el consecuente desbordamiento del alcantarillado sirvieron de detonante para la catástrofe en este pueblo con población mixta libanesa y siria.

Según el recuento de Saad al Dien, durante el punto álgido llegaron a recibir más de un centenar de casos diarios, algunos de ellos en estado "crítico", y hasta el momento se han registrado al menos once fallecimientos, casi todos enfermos con dolencias preexistentes.

Pese a que las cifras comenzaron a bajar esta semana, el Ministerio de Salud Pública sigue reclutando médicos y entrenando a enfermeras, pues no se descartan nuevos repuntes.

El cólera, a menudo vinculado a ambientes de pobreza y guerra, llega al Líbano en medio de una de las peores crisis económicas de su historia, en cuyo marco escasean los medicamentos y buena parte de la comunidad médica ha emigrado en busca de oportunidades laborales.

"Los medicamentos enviados por el Ministerio y UNICEF fueron limitados, pero con la ayuda del Cuerpo Médico Internacional y con las medicinas que teníamos en el centro, se pudo controlar la situación", reconoció la directora de Al Iman.

DESCONTAMINACIÓN DEL AGUA

Al neumólogo Khalil Hussaibani, contratado como refuerzo durante la emergencia en Bebnine, le preocupa el tratamiento de las fuentes de agua más que el resto de las medidas, pues afirma que la mayoría de los pacientes solo requieren tomar soluciones de rehidratación oral.

"Necesitamos recursos para limpiar y descontaminar el agua, que es el origen primario de este brote", detalló el médico en declaraciones a Efe, al anunciar que UNICEF y el Cuerpo Médico Internacional ya lograron tratar con cloro las fuentes afectadas en la zona.

La bacteria causante del cólera, que se propaga por vía fecal-oral, hace su aparición en momentos en que los servicios públicos brillan por su ausencia debido a la crisis económica, con muchas depuradoras fuera de servicio y los hogares afectados por constantes cortes del agua corriente.

En los abarrotados asentamientos de refugiados que se esparcen por Akkar, entre otras regiones libanesas, las condiciones higiénicas mínimas y el acceso a agua limpia están especialmente fuera del alcance.

Hussaibani advierte también de un "problema" de concienciación en las comunidades y cree que la mayoría de los fallecidos desconocían que la pérdida de fluidos corporales debe ser compensada inmediatamente por vía oral o intravenosa.

En su caso, Abdel Naser Kassar, de 52 años, corrió al sótano de la Mezquita Habib al Mustafa nada más amanecer, apenas dos horas después de comenzar de madrugada con fuertes vómitos, diarrea y dolor de cabeza.

"No podía aguantar más, es la primera vez que me siento así (...) Me sorprendí y no tuve tiempo de ir al médico, vine aquí; estaba muy mal, mi temperatura llegó a los 34 grados", lamentó a Efe tumbado en unas de las camas del hospital improvisado. 

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