La ambivalencia con respecto a la crisis de Ucrania por parte del nuevo canciller alemán Olaf Scholz, que rehúye la confrontación con Moscú, marcará su primera visita a Washington este lunes, en la que tratará la cuestión con el presidente Joe Biden.
La falta de una línea clara frente a Rusia le ha valido críticas de parte de los socios de la OTAN que esperan que la primera economía de Europa asuma la responsabilidad que según estiman le corresponde, pero también en Alemania, donde se le achaca estar ausente durante la crisis.
Una de las manzanas de la discordia es el futuro de Nord Stream 2, controlado por el gigante ruso Gazprom, que pone de relieve la reticencia de Scholz a amenazar a Moscú con una cancelación definitiva de los permisos del gasoducto, ahora paralizados.
Mientras que en diciembre todavía lo calificaba de proyecto económico privado, el canciller reconoció después que en caso de una ataque a Ucrania sería preciso discutir todo tipo de medidas, aunque se resiste aún a amagar expresamente con la suspensión.
Aunque Alemania importa en estos momentos de Rusia entre el 45 y el 65 % del gas que consume, expertos consultados por Efe coinciden en que esta dependencia no es "de carácter existencial" y existen alternativas, por lo que, aunque la cuestión afecta los intereses de empresas alemanas, no es determinante de su política exterior.
La tajante negativa de Berlín a proporcionar armas defensivas a Kiev -con la justificación de que mandar armamento a zonas de conflicto contribuiría a exacerbarlo- ha causado además frustración en Ucrania, a pesar de que Alemania es su primer apoyo a nivel global en materia de ayuda económica.
No obstante, la estrategia de evitar la confrontación directa y de apostar por las relaciones económicas para producir un acercamiento tiene una larga tradición en Berlín , inaugurada por la "Ostpolitik" del canciller sociadelmócrata Willy Brandt (ejerció el cargo entre 1969 y 1974).
"ESPERAR HASTA EL ÚLTIMO MOMENTO"
De acuerdo con Christian Rieck, docente de relaciones internacionales en la Universidad de Potsdam, Alemania acostumbra a asumir un rol de mediadora entre las potencias mundiales y por eso rehuye la radicalidad y aspira siempre a "desescalar", cualquiera que sea la situación.
"Es lo que en alemán se llama la política de la mano tranquila," explica el experto a Efe, que señala que el "problema de fondo" es que, cuando la OTAN se implica en un conflicto, Berlín siempre trata de hacer "lo mínimo posible" y participar en aspectos "que no cuestan mucho y no cuestan vidas", una posición que es difícil de comunicar a los aliados.
En este sentido, Scholz se enfrenta ahora al "desafío" de ofrecer garantías a Washington de que Alemania es de fiar a la hora de defender el sistema de seguridad europeo basado en la alianza transatlántica.
Por otro lado, para Rieck existe además una gran continuidad entre la excanciller Angela Merkel y su sucesor, ya que ambos tienen un "temperamento similar" y tratan de "esperar hasta el último momento" para después compensar y mediar.
Ello lleva a la paradoja de que en el seno del Gobierno los ministros verdes como la titular de Exteriores Annalena Baerbock, de un partido tradicionalmente pacifista a ultranza, hayan adoptado en la crisis de Ucrania una postura más beligerante que la del propio canciller.
También Simon Koschut, profesor de seguridad internacional de la Universidad Zeppelin, trazó paralelismos con la excanciller y destacó que la fortaleza de Scholz es "actuar tras el telón", algo que no tiene que ser necesariamente una desventaja pues "facilita negociaciones diplomáticas".
Más crítico se mostró el profesor de ciencias políticas de la Universidad Libre de Berlín Ingo Peters, para quien la actuación de Scholz muestra que las circunstancias "le superan", tal vez por su falta de experiencia internacional antes de acceder al cargo el pasado diciembre.
Según los analistas, la falta de una postura firme con respecto a Rusia en el Gobierno y en el seno del propio partido socialdemócrata también refleja la preocupación con respecto al electorado, ya que la opinión pública en Alemania es eminentemente antimilitarista.
Según una encuesta del pasado jueves del Instituto Forsa, la mayoría de los alemanes siente gran temor ante un hipotético conflicto bélico y cree que una buena relación con Rusia es de gran importancia, aunque al mismo tiempo Scholz aparenta haber perdido popularidad debido a su ausencia del debate público.
"PRESIÓN MASIVA"
Por el momento, la apuesta por la vía diplomática del canciller -que viajará a Moscú el próximo 15 de febrero- le ha permitido traer de vuelta, junto con París, al Kremlin a la mesa de conversaciones en el llamado formato de Normandía.
"Es un avance que Rusia se digne a negociar no sólo con Washington; es un progreso pero es el único que veo," valoró Peters, para quien el canciller tiene que dejar de actuar "con guantes de terciopelo" y aprender a "comunicar de forma creíble" que está dispuesto a usar sus bazas, en referencia a Nord Stream 2.
De la visita a Biden, el experto espera que el canciller se vea sometido a una "presión masiva" para ser más explícito en ese sentido.
También el analista Koschut corrobora que el Gobierno estadounidense espera "acciones concretas" de Scholz; no necesariamente suministros de armas, "pero sí más de lo que Berlín estaba dispuesto a hacer hasta ahora," aunque resta por ver si Scholz podrá ser forzado a fijar su postura.
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Críticas al canciller alemán por su falta de claridad con respecto a Rusia
Olaf Scholz rehúye la confrontación con Moscú. Esto marcará su primera visita a Washington este lunes, en la que tratará la cuestión con el presidente Joe Biden
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