La capilla de La Misericordia, en Arcos, ha acogido la presentación del libro ‘La primera mentira (Mitos y relatos distorsionados en la enseñanza de la Historia’), del historiador arcense Daniel Jiménez Martín, a quien descubrimos hace unos años en pleno trabajo de campo desarrollando diversos estudios arqueológicos sobre el yacimiento de Sierra Aznar. Ahora, como escritor, publica su primer libro donde toca un tema tan espinoso o susceptible como la historia en sí, que sin duda no siempre se ha escrito a golpe de verdad, pero sí como elemento de transmisión oral o escrita que suele tener en la escuela su primer escenario educativo.
¿Qué le conduce o motiva para escribir este libro? ¿De qué trata en realidad?
– ‘La primera mentira’ busca analizar diversos mitos históricos dados por buenos y que nos han contado como verdades incuestionables, con el fin de deconstruir y construir desde otras perspectivas más reflexivas. Los motivos que me han propiciado crear este libro son: revocar el statu quo, aprovechar nuestra profesión para intentar derrumbar gigantes, la necesidad de romper nuestras temáticas de trabajo, la atomización de la investigación histórica y por supuesto arrojar un poco de luz a ciertas prácticas obsoletas dentro las aulas de Historia en la enseñanza básica, media y por qué no, universitaria.
En la universidad, antes en el instituto, los buenos profesores te solían explicar que no todo lo que aparecen en los libros es cierto y que, en este sentido, la reflexión, el análisis… juegan un papel esencial. ¿Cuáles de esos relatos distorsionados desmonta o intentar desmontar en la obra?
–¡Tuviste buenos profesores entonces! El sistema educativo está planteado de tal forma que solo hay tiempo para seguir el temario, de forma que ese espacio para la reflexión y el análisis es escaso. Además a los profesionales de la Historia no nos enseñaron en la facultad a ser críticos y reflexivos, sino a tener una buena memoria, por lo que es muy difícil que nosotros no terminemos haciendo lo mismo con nuestro alumnos/as.
Por otro lado. en el libro tratamos de derrumbar conceptos como eurocentrismo, sesgos de género, nacionalismos, etc. a través de un estudio de los mitos más extendidos: ¿cuál fue el papel de las mujeres en la Prehistoria?, ¿somos herederos de la democracia griega?, ¿existió realmente la “Reconquista?, ¿es la nación española un invento? etc.
Como se suele decir y aunque parezca aquí algo contradictorio, ¿de qué ‘buenas’ fuentes ha bebido? ¿Cuál es el ‘modus operandi’ de este trabajo?
–Sabía de mis limitaciones a la hora de poder escribir una obra de tal magnitud, por eso decidí que se tratara de un libro colaborativo. De esa forma, busqué dentro del ámbito universitario (nacional e internacional) a diferentes especialistas en cada tema en cuestión. Todos los capítulos tienen una estricta metodología científica; en ese sentido, no se trata de un libro de “opinión”, los planteamientos aportados están cotejados rigurosamente.
¿Es la docencia un campo que le atrae especialmente o, como historiador, se declinaría por el concepto, tal vez más romántico, de la arqueología como una de las primeras ciencias para entender a la humanidad y su desarrollo? En otras palabras, como historiador, ¿dónde se encuentra más cómodo?
–Yo iba para egiptólogo. Me llevó tiempo descubrir que detrás de ese halo romántico la arqueología universitaria esconde dinámicas “tóxicas” que no eran para mi (eso nos daría para otro artículo). Tras esto comencé con mi pareja un proyecto, Albanta Educación, en el que trabajamos, entre otras cosas, a crear proyectos educativos con una metodología innovadora relacionados con la arqueología experimental. En definitiva, a crear otras formas de enseñar la Historia, siempre desde experiencias vivenciales.
Tengo entendido que su pasión por la arqueología, y en este caso por nuestro yacimiento más emblemático, el de Sierra Aznar, le ha llevado a desarrollar un proyecto de rutas guiadas por la zona. ¿Cómo marcha esta experiencia?
–Hace unos años tuve la suerte de poder trabajar en un proyecto del Ayuntamiento como arqueólogo de Sierra Aznar y desde entonces dedico gran parte de mi actividad investigadora al mismo. Estoy, por un lado, dentro de un grupo de investigación conformado por arqueólogos y espeleólogos (pronto enseñaremos resultados) y, por otro lado, siempre he entendido que un yacimiento solo puede ser protegido si el pueblo es consciente de su conservación, por eso siempre he hecho visitas guiadas en las que intento no solo explicar los detalles del yacimiento, sino también intentar hacer sentir al visitante las dificultades con las que nos encontramos en el yacimiento para su protección.
Usted también es conocido por su ligazón al movimiento ecologista. Alguna reflexión sobre el medio ambiente y el medio donde se desarrolla la vida de Arcos y de sus habitantes? ¿Cómo valora, de paso, la relación de la ciudad con su patrimonio arqueológico?
–A decir verdad, Arcos no es un modelo a seguir en cuanto a la relación con su patrimonio arqueológico. Esto no es algo nuevo, hace décadas que los principales yacimientos de Arcos se encuentran en estado de abandono y expuestos al expolio (Sierra Aznar, Cueva del Higueral, Villa Romana de El Santiscal, etc.) Somos además uno de los pocos pueblos en la provincia que no cuenta con un museo arqueológico, teniendo material arqueológico de sobra. Ha habido intentos de sacar adelante proyectos para rescatar dichos yacimientos, pero para que estos intentos funcionen necesitan un proyecto a medio o largo plazo, y eso en los tiempos que corren es muy complicado conseguirlo. ¡Los arqueólogos de la localidad ofrecemos nuestra ayuda a quien lo intente!
Gracias y mucha suerte.