Un niño de siete años entra en una sala inmensa, se agazapa tras unas cortinas, se apagan las luces y la pantalla se llena de unas imágenes resplandecientes mientras suena una melodía inmortal. Comienza “Lo que el viento se llevó”, que para José Luis Garci fue su “primera comunión” con el cine.
En su último libro, “Lo que el viento se llevó, un recuerdo, un comentario” (Notorious), recientemente publicado, Garci establece dos planos para analizar la que para muchos está considerada la mejor película de todos los tiempos, o al menos la que, tal vez junto a “Casablanca”, con mayor propiedad alcanza la categoría de mito en toda la extensión de la palabra. Y en esos dos planos – la impresión de un niño de siete años y el análisis de un director con mucho celuloide consumido y degustado, sumado a la superposición de los recuerdos de un hombre de 77 años- se inscribe este peculiar análisis que Garci dedica a esta película, de la que cuando tenía siete años apenas pudo ver los créditos pero que le causó tal impacto que, como dice en entrevista con Efe, le supuso su “primera comunión con el cine” y que luego ha visto decenas de veces.
“El libro narra lo que fue mi primera comunión con el cine; cuando me quedé ya metido en el mundo del cine. Las sensaciones que me producía una sala de cine vacía que se va llenando poco a poco; los porteros y los acomodadores, que parecían generales con esos uniformes tan elegantes, el bar del cine, sus legendarias chocolatinas, la cabina de proyección”, afirma el director. La sala no era una sala cualquiera, sino el majestuoso Palacio de la Música de Madrid, una de las obras más importantes de la arquitectura madrileña del siglo XX; durante mucho tiempo el mayor cine de España y desde hace años varado en plena Gran Vía, vacío, a la espera de que alguien (o algo) le devuelva su razón de ser.
Para escribir el libro, Garci recurre a un truco muy cinematográfico que inventó el gran Alfred Hitchcock, el “McGuffin”, esa especie de excusa argumental que en realidad no tiene demasiada importancia y que, sin embargo, le sirve al director para tener al público pendiente de algo irrelevante para darle luego la sorpresa definitiva. “Pero a diferencia de los de Hitchcock -subraya Garci-, mi McGuffin es real; sucedió y sin él no habría podido entrar al Palacio de la Música con siete años y ver todo lo que vi y el comienzo de ‘Lo que el viento se llevó’”, afirma. Ese “McGuffin” consistía en un bolso de señora que la madre de Garci se dejó olvidado en el cine cuando acudió con el padre del realizador a ver la película de Víctor Fleming, protagonizada por Clark Gable y Vivian Leigh, ganadora de ocho Óscar, y cuyo estreno en España se produjo once años después del que tuvo lugar oficialmente en Atlanta (Georgia), en 1939. “’Lo que el viento se llevó’ fue el gran acontecimiento social en la España de 1950 y solo se exhibió en Madrid y Barcelona. La gente venía de fuera a estas ciudades a verla y costaba un mundo encontrar entradas porque siempre estaban agotadas. La reventa hizo el agosto esos días”, comenta.
“En fin. He garabateado sobre algo de lo que fui testigo. Repito, no hay nada de autoficción y menos, espero, de exhibicionismo. A lo peor, me bailan algunos recuerdos, aunque os juro por Truffaut que lo que he tecleado pasó así”, afirma Garci en el prólogo del libro. En este sentido, el cineasta saca a colación en la entrevista una cita de Azorín (“Vivir es ver volver”), quien una vez le firmó un autógrafo a su padre, y señala que “cuando eres mayor es bastante probable que vivir sea eso -ver volver- Se te van seres queridos, te vienen los recuerdos. Son fogonazos del pasado”. ““Antes el cine y sobre todo el de Hollywood era así, para divertirse. Pero llega la ‘Nouvelle Vague’ y esa manía de poner ‘un “film de’ y ya se ve con una nueva mirada, la del autor”, comenta.
Y en otro pasaje del libro Garci afirma: “He visto ‘Lo que el viento se llevó’ muchas veces, casi tantas como ‘Casablanca’, ‘Perdición’, ‘Ordet’, ‘Cautivos del mal’, ‘Historias de Tokio’, ‘Vértigo’, ‘Testigo de cargo’, ’M’, ‘Encadenados’, ‘Fort Apache’ o ‘Río Bravo’, catorce o quince, pero tiene mucho más mérito la película de Gable porque dura el doble” que las otras.