Ojos de plato. La familia y unos menos

nte las restricciones navideñas, los Míster Scrugs de la vida andan contentos. Los que desprecian el Qué Bello es vivir de Fran Capra están frotándose las manos. Sí, esa especie de duendes amargados o grinchs que abominan de la felicidad en masa. Hay aguafiestas de todos los colores que evitan la ilusión compartir o ganar la lotería, las pandas de verdiales y campanillas de villancicos, las comidas de empresa, las cuñadísimas cenas de nochebuena, los bombones, el turrón, la copita de anís. Las luces de Teresa leds. La cabalgata y nervios de noche de reyes. Tenemos a la vista un puente largo como la pasarela de Guadalhorce y lo triste es que al otro lado del vado hay una mesa de ruleta donde ha salido el número diez. Nos vamos a cenar Santa Claus con papas. Son las navidades de la familia y unos menos. Pero no pasa nada, nos han recetado un supositorio gigante que acabará con todos nuestros males. Nos endiñarán de regalo el rascapingas casino cansino del Puerto. Todo anda anquilosado y a cerrar de trapa, pero la amenaza fantasma, la sombra alargada del mojón Palace sigue avanzando inexorable. Con estas alturas, no sé, si esto es una película de miedo, otra inocentada o una paletada negra como el carbón.