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Jueves 18/04/2024  

Sindéresis

Crecimiento suicida

A cada ciclo de crecimiento en el consumo y en los precios, aparecen nuevos artículos que se hacen necesarios para llevar una vida normal en sociedad

Publicado: 07/08/2022 ·
20:18
· Actualizado: 07/08/2022 · 20:19
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Hay un fenómeno económico que, desde pequeño, me llamaba la atención. Los precios siempre suben. Los trabajadores, durante el tiempo que los precios han subido pero los salarios se han quedado igual, tenemos menos capacidad para comprar cosas y para pagar nuestras facturas. En ese tiempo, la gente vive mal y la morosidad aumenta. La gente pierde posibilidad a futuro de consumir porque ha entrado en listas de morosos o pierde sus posesiones que tienen que ser adquiridas por otras personas, a riesgo de que se conviertan en posesiones muertas. Esto, por supuesto, favorece a los especuladores, porque al no poner en circulación dichas posesiones, incrementan su valor. Cuesta más dinero comprarlas, pero la gente cobra comparativamente menos que antes. En cualquier caso, los trabajadores han tenido que apañárselas para comer y vestir, viajar al trabajo, vivir, por lo que posiblemente se han endeudado.

El incremento de los precios no beneficia a nadie más que a quienes hacen de la deuda ajena su negocio. Pero ¿cómo empieza este incremento? El tomate que compras cuesta más caro por algún motivo. ¿Ha costado más dinero llevarlo al supermercado y sacarlo del campo? ¿Qué coste aumentó primero, el combustible, el salario de los jornaleros? No, ya sabemos que primero suben los precios y los salarios, con suerte, suben después si los trabajadores aprietan lo bastante a través de la negociación colectiva.

Entonces, ¿qué sucede? ¿Hay más personas que alimentar y por eso cuesta más cada pieza de comida, cada consumible? Eso no puede ser; sabemos que los agricultores se han visto obligados a desperdiciar toneladas de alimento porque les pagaban tal miseria que acababan perdiendo dinero al recogerlos. Es posible, no soy un experto en economía, que la mayoría de las subidas de precio sean especulativas o no correspondan a ningún encarecimiento real en la cadena de producción, sino en el mero deseo de los intermediarios de hacer más dinero. Durante un tiempo cobran diez céntimos más de lo que sería justo en cada artículo, venden millones y millones de artículos, empobrecen comparativamente a los trabajadores, se hacen inmensamente ricos y se compran un paquete de palomitas para ver el siguiente capítulo de negociación colectiva en que los sindicatos exigen que los salarios se ajusten al precio de la vida.

A cada ciclo de crecimiento en el consumo y en los precios, aparecen nuevos artículos que se hacen necesarios para llevar una vida normal en sociedad. Un coche para ir al trabajo, porque el transporte público no te cubre. Un móvil, para estar siempre comunicado, porque el trabajo ya no espera a nadie. Un aire acondicionado, para soportar el rigor de los nuevos veranos y los nuevos inviernos. Un ordenador para cada hijo, porque ya no hay otro modo de seguir las clases y hacer la tarea.

Todo el mundo anda inventando maneras de que consumamos más, pero nadie con verdadera capacidad de impacto anda en la faena de conseguir que podamos vivir con menos. Este crecimiento suicida provoca que, a la mínima oscilación, se caigan más y más familias hacia el otro lado del umbral de la pobreza, sobre todo teniendo en cuenta que las políticas neoliberales pretenden que, entre estos bienes de consumo, susceptibles de la especulación y la avaricia, se cuenten la salud, la educación, la ecología y la justicia, como ya nos hemos acostumbrado a que sean los servicios funerarios y la ITV. Si lo permitimos, un día nos daremos cuenta de que el coste de la vida es un concepto real, que sobrevivir a una enfermedad será una cuestión de precio, y que el precio siempre sube. Y tú te vas a morir antes de tiempo para que otro se haga rico.

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