Frank Rebajes, el ilustre joyero de la calle San Miguel

Publicado: 21/10/2018
Francisco Torres Rebajes, más conocido como Frank Rebajes, vendió su negocio en la Quinta Avenida de Nueva York y se trasladó a Torremolinos
“Estoy en la tienda del mago, en Torremolinos, casi al final de la calle San Andrés (San Miguel). Es un salón grande que tiene, a un lado, las vitrinas con sus creaciones, y al otro, igualmente a la vista del público, el taller donde nacen. Cada pieza es única, irrepetible, incluso para él”. Así definió el poeta malagueño Manuel Alcántara la tienda de Frank Rebajes en un artículo publicado en Diario Arriba el 7 de septiembre de 1967.

Frank Rebajes era Francisco Torres Rebajes, hijo de padres españoles emigrados a la República Dominicana  a comienzos del siglo XX. Repitiendo la historia de sus padres, un jovencísimo Rebajes se coló en Estados Unidos “falsificando sus datos y con unos 300 dólares en su bolsillo”. Tan sólo tenía 14 años, pero aseguró tener 24 y ser estudiante de arquitectura que andaba de paseo, cuenta Mónica López Soler en ‘Torremolinos. De pueblo a mito’ de la revista Litoral.

Sus inicios en la Gran Manzana tienen nombre propio: Harlem. Fue en este barrio neoyorkino donde se asentó y donde dividió su día en mendigar y refugiarse del frío en las bibliotecas, leyendo a Apollinaire y a Whitman.

La oportunidad y la destreza consiguieron cambiar su suerte. Con unas latas viejas, Rebajes diseñó unos animales que vendió a la directora del Whitney Museum en la primera feria artesanal que se celebró en Washington Square Park.

Era el año 1932 y con el dinero que ganó alquiló su taller entre dos edificios de la calle cuarta al Oeste de Greenwich Village. Tras años de aprendizaje autodidacta y fidelización de la clientela, en 1941 consiguió abrir la primera joyería en la Quinta Avenida de Nueva York. En esos momentos, llegó a tener hasta cien empleados y tiendas en Los Ángeles y Chicago.

Fueron años de éxito, acompañado de Pauline Schwartz, la mujer con la que fue de la mano durante 57 años. Realizó seis murales metálicos para el pabellón del teatro del edificio Federal de Estados Unidos, en la Feria Mundial de Nueva York de 1939. En 1950 terminó su casa de Long Island, con un diseño vanguardista, lo que le valió para aparecer en revistas de arquitectura de la época. Además, se codeaba con la élite intelectual de la Gran Manzana: Max Erns o Peggy Gugenheim.

Años frenéticos que merecían un descanso. Descanso que llegó a finales de los años 50 cuando decidieron vender todo lo que tenían en Nueva York y buscar un refugio de libertad. En un primer momento iba a ser Mallorca, lugar de origen de su padre, pero no le gustaba la lluvia. Con la excusa de visitar a su hermano Luis, que residía en Málaga, llegó a su espacio de paz y libertad que tanto deseaba: Torremolinos.

El número 45 de la calle San Miguel lucía a principios de los años 60 un cartel: ‘Rebaxes, joyería creativa’. Allí es donde también vivieron Frank y Pauline. En Torremolinos sus joyas están hechas a mano, con material reciclado: piedras de playa, camafeos y monedas.  

Aún así, sus creaciones eran piezas caras. Sus clientes eran malagueños, del mundo cultural y artístico. También lucieron sus ideas Massiel, Mariquilla, la princesa Alejandra de Kent o el Duque de Windsor, para quien diseñó unos gemelos.

Actualmente, el número 45 de la calle San Miguel es una joyería, pueden pasar, pueden comprar, pero dentro ya no está Frank Rebajes creando.

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