La maquinaria propagandística del
Gobierno de Pedro Sánchez ha gripado. La realidad, tozuda,
tumba cada uno de los argumentos fabricados en los laboratorios de Moncloa. Pasa con la pandemia, Cataluña y la España de 2050.
Fernando Simón
desdeñó irresponsablemente una vez más la incidencia de la variante delta que, sin embargo, protagonizará la mayoría de los positivos en apenas unas semanas, provocando una quinta ola y comprometiendo la vuelta a la normalidad, y el presidente siguió adelante con el fin de la obligatoriedad del
uso de la mascarilla pese a que la comunidad científica y médica ha advertido de que es pronto, tal y como evidencian los datos de contagiosidad.
En el caso de Cataluña,
el Gobierno insiste en que es idóneo mantener encuentros bilaterales con la Generalitat y sostiene que los encuentros se mantienen en un ambiente de concordia y lealtad, mientras los independentistas reiteran cada vez que tienen un micrófono delante que
lo volverán a hacer. Por otra parte, las presiones para que el Tribunal de Cuentas
exima de responsabilidad a los políticos que malversaron fondos públicos para organizar la celebración del referéndum ilegal ha pinchado en hueso porque la gente (la misma a la que se refería Unidas Podemos) está que fuma en pipa dado que la Administración, que
no ha perdonado un céntimo del pago de impuestos a ningún españolito de a pie ni siquiera en lo más duro de la pandemia, se muestra partidaria de no juzgar a quienes dilapidaron 5,4 millones de euros en su desafío a la unidad nacional.
Finalmente, los ajustes que prevé el presidente del Gobierno
para conseguir los fondos europeos tienen un altísimo coste. La sinceridad del ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, que ha admitido que los baby boomers tendran que elegir entre trabajar más tiempo o cobrar una
pensión menor, ha indignado a la opinión pública, que no quiere ni oír hablar al presidente de los planes para 2050 ni de relisiencia.
Con la crisis ministerial pendiente,
la agenda progresista del Gobierno de coalición no está causando los efectos previstos. La Ley Trans no contenta a nadie; y la despenalización de la eutanasia ha sido censurada por amplios sectores de la sociedad. Pero la creación de empleo gracias a la coyuntura no genera el entusiasmo porque nadie se fía de las instituciones ni de la recuperación.
Ni siquiera el pase de la selección española a semifinales le sirve a un presidente del Gobierno atrapado en la espiral de los despropósitos. La actualidad no le da tregua y solo su empecinamiento en no convocar elecciones le permiten disfrutar del poder. Pero, en cuanto ponga fecha, comenzará la cuenta atrás. Pedro Sánchez ha dilapidado el crédito en un tiempo récord. La nefasta gestión de la pandemia ha sido clave. Pero lo determinante es la
operación puesta en marcha para estirar las costuras de la Constitución y apostar por el
federalismo asimétrico. España no perdonará esto. Pedro Sánchez no repetirá en Moncloa.