Daniel Barrios es un vallisoletano de 38 años que ha recorrido, desde los 11, hospitales cada vez más lejanos para "doblar el brazo" al cáncer, con cuatro tumores cerebrales que han propiciado que actualmente le falte una parte del cerebro, aunque la otra la tiene "más o menos bien", según ironiza y relata en una entrevista con EFE.
Vive en Alcazarén, ya sin actividad laboral por incapacidad permanente tras haber trabajado varios años en el Ayuntamiento de la localidad, y relata su historia de disgustos, sobresaltos y peleas, que comenzó en 1996 con un periplo hospitalario que arrancó en Medina del Campo, tras ponerse a balbucear un día, sin entender lo que decía la gente.
"Yo respondía con palabras que no vienen ni en la wikipedia", bromea mientras recuerda que entonces le llevaron al médico del pueblo y después al hospital de Medina. Posteriormente llegaron más hospitales: Valladolid, Madrid o Barcelona y, por el camino, tuvo que volver a aprender a andar aunque, después de todo, le ha quedado una visible cojera.
Le conocen en su Alcazarén natal como "Sanchís", cuenta que a su padre le llamaban así por el parecido con el exjugador de fútbol del Real Madrid y con ese mote se quedó él para siempre. Daniel también jugó al fútbol, su pasión es el Real Valladolid y, de hecho, fue uno de los fundadores de la Peña blanquivioleta de su pueblo.
Convivir con tumores le hizo fuerte, ya que desde niño ha requerido tratamiento intensivo, operaciones y ha visitado más de diez hospitales, primero infantiles. Ha completado una historia de superación tan extrema que hasta sigue bromeando con ello: "Los problemas que cuenta la gente a veces me parecen chorradas cuando recuerdo las veces en que yo solo aspiraba a curarme y no morir".
Evoca como si fuera ayer, y va para tres décadas, el día en que empezó todo, cuando solamente tenía 11 años. Ese día en el que ni él mismo entendía lo que decía. Además, le dolía mucho la cabeza: "era un dolor insoportable", recuerda.
Estuvo años sin un diagnóstico claro pero, con el tiempo, le descubrieron el primer tumor cerebral, cerca del ojo izquierdo, y como en Valladolid no podía operarse, la intervención fue meses después en el Hospital Niño Jesús de Madrid. Tenía solo 15 años.
Tras la intervención y las pruebas definitivas le dijeron que era un tumor maligno. Más tarde llegó la epilepsia, que le diagnosticaron con un electroencefalograma en Valladolid. Ahí empezó a tomar muchas pastillas cada día. "Las pastillas y yo somos inseparables", afirma.
Tras esa primera operación todo parecía superado, pero dos años más tarde el cáncer volvió a dar la cara, ya que se había reproducido otro tumor cerebral.
Fue entonces cuando llegaron interminables sesiones de quimioterapia y, siendo un niño, perdió el pelo, que ya nunca recuperó del todo. "Me falta por los lados y a veces parezco un punky", ironiza con su aspecto físico, al tiempo que recuerda que la visita a Madrid para esa segunda operación le permitió ver empatar al Real Valladolid en el Bernabéu (2-2). "Ese día no se me olvidará", asegura.
Llegó el año 2005 y parecía ver la luz. Todo estaba en orden y vivió unos años sumergido en la normalidad, incluso haciendo deporte, pero a finales de 2014 todo se volvió a complicar. Volvieron a encontrarle otro tumor en la parte superior de la cabeza y esta vez, además, perdió parte de la movilidad de su cuerpo.
Le operaron en marzo de 2015 y, tras un año de rehabilitación, volvió "más o menos" a la normalidad. El pueblo le tributó un homenaje al llegar de esta tercera intervención: "Me recibieron en una especie de Bienvenido Míster Marshal, con pancartas y todo, y me engañaron para llevarme al estadio Zorrilla y visitarlo por dentro, eso fueron mis amigos".
La última vez que el cáncer se asomó a la vida de Daniel fue a finales de 2017, el 28 de noviembre. "Las fechas no se me olvidan, las tengo en la cabeza coleccionadas como si fueran cromos", asegura.
Fue a un hospital de Barcelona para tratarse de una epilepsia cada vez más recurrente y le descubrieron otro nuevo tumor en la cabeza. El cuarto. Ahí llegó lo más duro, pasó por 31 sesiones de quimioterapia. Lo peor de todo.
En el pueblo todos saben de su peregrinaje por hospitales y de su sufrimiento. Algunos vecinos han tenido que echarle una mano y llevarle a veces en coche a Valladolid hasta que consiguió sacar el carné de conducir, esa fue una de sus pequeñas victorias en medio de las "bofetadas" de la salud.
Cuando se produce esta entrevista, acaba de llegar conduciendo desde la vecina localidad de Olmedo y se lamenta, no sin cierta sorna, de que a pesar de lo que ha vivido y de caminar con bastón no le hayan dado la tarjeta para aparcar en zona de minusválidos. "No sé qué más hace falta", dice.
Aunque sigue siendo un hincha del Real Valladolid y le apasiona el fútbol, a sus 38 años ya no puede practicar su deporte favorito, el fútbol sala, con el que fue campeón del Torneo de Tierra de Pinares. "Menuda rivalidad había en esos partidos", recuerda.
En este contexto dice que él era rapidito con el balón, pero en uno de sus "percances" de salud se quedó absolutamente cojo "y el fútbol ya se acabó". Concluye diciendo que cada recaída ha sido más dolorosa que la anterior y asegura que sufre más por la familia que por él.
"Un día dices a tu madre que estás curado, pero cuando vuelves a empezar otra vez ya sabes lo que nos espera a todos, a ti y a los demás". Lo único que Dani tiene en mente es "no ser una carga para nadie". Lo demás, por increíble que parezca, apenas le preocupa.