Zack Snyder se estrenó en el largometraje en 2004 con
Amenecer de los muertos, un remake de
Zombi (1978), película con la que George A.Romero regresó al subgénero que él mismo había inaugurado diez años antes con
La noche de los muertos vivientes. La cinta no solo gozó de un enorme éxito de taquilla, sino que está considerada, con merecimiento, una de las mejores películas de zombies de los últimos veinte años y de innegable influencia en títulos posteriores, includa la primera temporada de
The walking dead.
Es, junto a
Watchmen, su mejor película hasta la fecha, dentro de una filmografía que incluye a su vez la excesivamente estilizada y sobrevalorada
300 y su irrelevante, a la par que desquiciante, incursión en el universo de DC Comics con
El hombre de acero, Superman vs. Batman y
La liga de la justicia, de la que acaba de estrenar un nuevo montaje más fiel a su proyecto original. Cansado de tanto súper héroe con capa, su último proyecto, respaldado por Netflix, ha supuesto un regreso a los orígenes, al cine de muertos vivientes. Se llama
Ejército de los muertos y cuenta con un atractivo punto de partida: un grupo de mercenarios recibe el encargo de adentrarse en un casino de Las Vegas -territorio zombie- para robar la cámara acorazada de un casino que conserva cien millones de dólares. Además, deben hacerlo en un plazo de 24 horas, puesto que el ejército va a lanzar una bomba atómica sobre la antigua ciudad del juego y el pecado para acabar definitivamente con sus sanguinarios residentes.
Snyder expone sus cartas con rapidez y acierto. Le bastan un espectacular prólogo, unos vistosos créditos y la selección presentación de los integrantes del pequeño y bien armado ejército -una especie de guiño a
Doce del patíbulo y
Ocean´s eleven- para situar al espectador en situación. Sin embargo, más allá de los primeros 30 minutos no hay más que sangre, lugares comunes y vacío, un vacío tan excesivo como el del metraje (dos horas y media) de este decepcionante trabajo, carente del más mínimo mensaje -salvo que no hay mayor patria que la del símbolo del dólar para llegar donde sea necesario-, de la suficiente empatía con su galería de aguerridos y estúpidos personajes y de un bien entendido sentido del espectáculo, lastrado por un guion tan previsible como insostenible. Del amanecer al anochecer de los muertos.