Francisco Castillo, natural de Benalauría, es biólogo y catedrático jubilado de bioquímica y biología molecular. A lo largo de su amplia trayectoria formativa y profesional ha residido en Ronda, Málaga, Sevilla, Alemania, Madrid y Córdoba, donde se jubiló en el año 2012.
Castillo, que ha reconocido sentirse muy ligado a Benalauría en particular y al Valle del Genal en general, ha redactado un artículo titulado
El Guggenheim de la Serranía Rondeña, un texto en el que lleva a cabo un paralelismo entre la obra de Frank Gehry como referencia de la exitosa reconversión industrial de Bilbao y la riqueza natural, paisajística y geológica de Sierra Bermeja como punto de partida para conseguir un desarrollo socioeconómico del Valle del Genal que contribuya a frenar la sangrante despoblación que están sufriendo sus municipios en las últimas décadas.
El catedrático ha mostrado su asombro por el hecho de que en la próxima declaración del Parque Natural Sierra de las Nieves como Parque Nacional no se haya incluido el entorno de Sierra Bermeja, un espacio que presenta quizá el mayor afloramiento de peridotitas y la masa mejor expuesta de este tipo de rocas de todo el planeta. En su artículo, Castillo compara las múltiples tonalidades que adoptan tanto el Guggenheim como las peridotitas cuando son alcanzados por los rayos de sol. Estas rocas normalmente se localizan bajo las cortezas continental y oceánica, a profundidades de entre 70 y 150 kilómetros. Su ascensión a la superficie en Sierra Bermeja se produjo debido a los procesos de fracturación asociados a la orogénesis alpina derivada de los choques de las placas euroasiática y africana.
A continuación dejamos el artículo de Francisco Castillo:
“El Guggenheim de la Serranía Rondeña
Todo amante del urbanismo moderno no puede por menos de maravillarse ante la transformación de Bilbao, una ciudad a la que la crisis de la industria pesada dejó hundida en la miseria del desempleo y la contaminación para renacer gracias a una excelente reconversión industrial llevada cabo por un pueblo inteligente, honrado y trabajador, que supo adaptarse a los nuevos tiempos, y a una excelente gestión urbanística que giró alrededor de la recuperación de la Ría y del magnífico edificio que Frank Gehry diseñara para que, además de albergar magníficas colecciones de arte, la luz solar pudiera extraer increíbles fulgores de sus placas de titanio.
Recorriendo en un día soleado la carretera entre Ronda y San Pedro de Alcántara o atreviéndose por las carreteras de montaña y caminos vecinales que recorren la serranía para disfrutar de sus maravillosos paisajes y aguas cristalinas o visitar los pintorescos pueblecitos blancos encaramados en los riscos, auténticas piezas de cubismo arquitectónico, el viajero queda sorprendido al adentrarse en el macizo de Sierra Bermeja, una de las joyas de la provincia malagueña, y contemplar como las innumerables facetas de sus rocas, iluminadas por la luz mañanera o vespertina, generan toda una paleta de increíbles tonalidades cromáticas que superan con creces las del singular edificio bilbaíno citado al comienzo, en una suerte de Guggenheim serrano de miles de hectáreas de extensión. En este caso no ha habido que recurrir al costoso titanio y el arquitecto ha sido
Gaia, nuestra madre Tierra, cuando hace millones de años concitó potentísimas fuerzas locales que hicieron aflorar las
peridotitas desde el manto terrestre, a decenas de kilómetros de profundidad, hasta encastrar, en una auténtica obra de orfebrería tectónica, el ígneo y verdoso material en la costra calcárea que domina aquella parte de la Serranía rondeña. Un contraste espectacular que el viajero puede comprobar por sí mismo desde la carretera de San Pedro de Alcántara mirando en la dirección de la “Ciudad Soñada” justo después de pasar el puerto del Madroño, al final de la carretera que sube serpenteante desde la costa marbellí.
En aquel entorno único por su belleza paisajística y clima suave, los pueblos del Valle del Bajo Genal están abocados a una grave crisis socio-económica a la que si no se pone remedio acabará por despoblar la zona. Ni siquiera la próxima aprobación del Parque Nacional de la Sierra de las Nieves, que de forma incomprensible no incluye a Sierra Bermeja bajo su protección, podrá impedir esta catástrofe étnico-cultural que supondrá la desaparición de todo un modo de entender la vida incluyendo desde prácticas agropecuarias ancestrales hasta una mentalidad tradicional conservacionista del medio natural en tanto que proveedor de medios de subsistencia. De lo que tendrían mucho que aprender las masas de urbanitas preocupados únicamente de que haga
buen tiempo para un mayor esplendor del turismo de sol y playa.
¿Seremos capaces de actuar en nuestra tierra como en su día lo hicieron los bilbaínos convirtiendo una ciudad decrépita en un modelo de desarrollo urbanístico y económico? Me temo que no, sobre todo si los gestores de la política y el medio rural continúan sin salir de sus pequeños
taifatos y persisten en su ceguera ante la riqueza potencial, paisajística y espiritual antes que crematística, de una zona olvidada de la mano de Dios desde los tiempos de Roma, pasando por toda clase de avatares históricos bastante negativos si se exceptúa un efímero esplendor durante la Monarquía Ilustrada, positivo en la reconstrucción arquitectónica de los pueblos y negativo por lo que respecta a la destrucción del medio natural, continuando por la senda del deterioro a lo largo de la Restauración, la II República, la Dictadura y la Monarquía Parlamentaria surgida de la Transición, cuyo Estado de las Autonomías no ha sido precisamente lo que se esperaba, una panacea para las zonas tradicionalmente atrasadas, alejadas y olvidadas por el Poder Central”.