Tras los cinco días de abril y su inédito desenlace y, acto seguido, el resultado de Cataluña, ambos hechos ilustrativos sobre la capacidad de reconstruirse sobre sí mismo de un
Pedro Sánchez que va camino de pasar a la historia como una especie única en materia de resiliencia sobre los escombros de otros, el PSOE, ese partido de 145 años de historia que en España ha inventado este negocio llamado política, va a por un resultado digno en Europa sabedor que éstas las ganará un PP disuelto en la duda de si atacarle y cubrirse de fango o en cómo desviar el éxito del presidente en Cataluña. Sánchez ha agotado al separatismo por la vía del embrujo, que es la contraria a apagar un fuego con combustible. Acto seguido Ferraz ha colgado la bandera de España en su fachada para retener el símbolo y autodefinirse como el partido
“que mejor” entiende a este país. Mercadotecnia fina.
Visto con perspectiva, puede ser que Sánchez midiera ese movimiento de abril para arrinconar a PP y jueces, sacar a su esposa de la quema -la defenderá este miércoles en el Congreso-, manejar la opinión pública y hacerse, en conjunto, otra vez con el mando, que es como está ahora este -de repente- pacificado país. Aunque tiene pinta de que todo aquello fue un arrebato narcisista, que pensó dimitir y por eso pidió cita con el Rey y luego cambió de idea en cuanto corearon tres veces su nombre y el ego que le habita volvió a tomar el mando.
Andalucía. El liderazgo de Juan Espadas y las posibilidades de que éste encabece el partido en las próximas autonómicas, para las que faltan poco más de dos años, están en entredicho en un partido que, por provincias, se cuestiona la idea y lo hace en silencio. El propio Espadas vino a decir en Cádiz esta semana que el PSOE-A, a raíz de ciertas crisis en torno a dimisiones en Málaga o Jerez, es un partido
“respetuoso con las minorías, pero democrático, no un club de petanca, en el que deciden las mayorías”. Y hasta Espadas sabe que deciden las mayorías mientras a Pedro Sánchez no se le antoje decidir y que las asambleas embadurnan democráticamente la decisión previa que ha tomado la dirección del partido, esto lo sabe hasta el militante más despistado de la agrupación más chica del país. Además del probable hecho de que si las mayorías decidieran, su liderazgo, tal vez, estaría en entredicho. Juanma Moreno está feliz, contento, animado, en general bastante ilusionado con el porvenir que le depara la confrontación parlamentaria con Espadas. Para nada se siente apretado Juanma salvo, quizás, por el hecho de que debe repetir mayoría absoluta o lanzarse a los brazos de Vox una vez disuelta la muleta que fue Ciudadanos y la cuestión con Vox es incómoda. Como prueba, acordar la mayoría en el Ayuntamiento de Sevilla porque tanto Vox a nivel nacional como el alcalde, José Luis Sanz, lo tienen hecho, pero el presidente se niega porque no le gusta en absoluto que su templada moderación andaluza se vea tiznada por el discurso agresivo de la formación de Abascal.
Un ejemplo de la debilidad de Juan Espadas fue su visita a Cádiz del pasado miércoles para arengar al respetable de cara a las europeas. Faltaron muchos y ese es el primer síntoma de su fragilidad si se compara con Susana Díaz que ante una visita suya acudían a dar palmas hasta los gatos que pasean por los tejados de las sedes, al margen del hecho de que los que salieron no lo hicieron convenidos, para nada, del discurso sobre que Juanma empieza a dar síntomas de desgaste. ¿Juanma desgastado? Así se lo hizo ver Javier Pizarro en público, el hijo de Luis, como lo hizo en la comida previa Juan Cornejo, el hijo de Juan Cornejo, mientras que los demás asienten en silencio. El PSOE es un partido que en seguida nota la debilidad de un líder y todos, como en un avispero, empiezan a revolotear en la búsqueda de una nueva abeja reina para no equivocar alineándose tras un proyecto sin alas; Ruiz Boix no confunde a nadie porque todos conocen su hoja de ruta, su objetivo, su prioridad -estuvo la noche de las catalanas en Ferraz revoloteando sobre Santos para hacer equipo-, su obsesión con los movimientos a la contra de Irene García, que dice que no hace movimientos pero que jamás ha sabido estarse quieta y que conserva un grupito en el que no está García Arana, alcalde de Rota, que va por libre, y cada día menos Víctor Mora, que juega su partido en Sanlúcar y departe más con López Gil, Nando, un máquina del
tweet y un obrero de la política que con Ana Carrera y su cercanía con Juan Francisco Serrano, número dos de Santos Cerdán, espera su momento porque si la flauta suena sabe que en Cádiz puede terminar dando más de un concierto y la suerte está para quienes la trabajan. Luego está Moscoso, el amigo Payoyo, muy habilidoso para saber ponerse en la cola de los que han ganado, Fran González, parapetado en Zona Franca pese a los intentos que más de uno han hecho por sacarle de allí,
Chefy como parte del dúo de
los romanes con su teléfono rojo siempre a mano y saboreando la idea de un futuro de poder en algún ministerio tipo, por ejemplo, medio ambiente, y la agrupación de
Jeré, me encanta.
El golpe de estado dado en la agrupación liderada por Mamen Sánchez no es nuevo, es el viejo proceder de un grupo de históricos como Juanma García Bermúdez, Casto Sánchez, la gente de UGT, Blanca Alcántara o África Becerra, que ya en su día hicieron lo mismo con Pilar Sánchez y entonces, a diferencia de hoy, le salieron los números. Tan cierto es que Mamen Sánchez ya debió abandonar la secretaria general como que a algunos de los golpistas no se les conoce oficio más allá del de disputar con saña los restos sobrantes. Se busca nuevo liderazgo y hay algún nombre sobre la mesa para enfrentar a Pelayo, que está organizando
un after con la economía municipal en base a las gratificaciones y productividades que está repartiendo a la plantilla y que implican un gasto millonario. Economía y personal son asuntos muy serios y tienen a su delegado y al interventor sudando la gota gorda y en búsqueda de nuevos destinos.
Dicho lo cual, asunto: ¿alguien conoce un juego más tonto que el de la petanca? Se denomina
carro el tiro perfecto y es cuando la bola lanzada permanece en el mismo lugar que la bola que había antes, que se distancia de la zona de poder. Quizás por esto Espadas usa la metáfora, porque no quiere que otra bola le arranque del sitio. Pero sabe que esa decisión solo está en poder de Sánchez, Pedro, el César que maneja las mayorías de todas las legiones del socialismo español.