En la primavera de 2018, se cumplieron treinta años del nacimiento de los
Cuadernos de Roldán, un colectivo de poetas, pintores, músicos y dibujantes que ha venido desarrollando su actividad cultural durante estas más de tres décadas y conectando, a su vez, creadores de muy distintas de ciudades y países, al hilo de su amor por el arte y la palabra.
Desde que el 21 de abril de 1988 se presentara el número cero de estos
Cuadernos, “De trovos y artes de todas las suertes” -dedicado al tabernero Manuel Roldán-, se han editado otros noventa y seis, además de libros, almanaques, zaquizamíes, Ad Limitum y Hojas de San Lorenzo….
En esta jugosa y variada
summa de publicaciones, las ha habido dedicadas a Lisboa, Ronda, Toledo, Sevilla, Cádiz, Jerez, Madrid, Cáceres, Arcos de la Frontera, Jaén, Olvera, Rota, Grazalema…y a temas tan diversos como, los Cantes Flamencos, el mar de Alberti, el Mediterráneo, la Paz o la Soria machadiana.
Ahora, en su número 97, le llega el turno a “La Alpujarra”, esa hermosa región divida entre la provincia de Granada y de Almería, que cuenta con la belleza de los valles y barrancos que descienden desde Sierra Nevada y que bañan de este a oeste las cuencas de los ríos Guadalfeo y Andarax. Cerca de setentamunicipios conforman la Alpujarra granadina y almeriense en una suerte de hermosos paisajes cargados de historia y propicios a la inspiración. No en vano, hay muy distintos documentos -cartas, poemas…- que acreditan la devoción y el cariño que Federico García Lorca tuvo siempre por estas tierras.
Treinta y siete poetas y treinta y siete pintores han puesto tinta y color a este nuevo
Cuaderno, que homenajea en su portada a un típico balcón alpujarreño, obra de Marco Osorno Marín. En su interior, voces y ensueños, miradas y asombros llenos de lirismo retratan con pasión y delicadeza la singularidad de este bellísimo entorno. Tal es el caso de los lúcidos versos que nos regala Enrique Barrero: “Cumbres de luz. Tierra airosa/ donde el alma se desgarra./ Hondura de La Alpujarra/ que besa la nieve hermosa./ Viejo edén donde reposa/ el llanto de Boabdil./ Y en los adentros de abril/ florece la tierra entera/ al vencer la primavera/ el invierno y su perfil”.
A esta “Sierra eterna”, dedica el también escritor sevillano Jesús Tortajada su emotivo cántico: “Aquí, alejándome del mundo, avanzo/ despacio hacia la sombra de los árboles/ mi andar resuena igual que unas aldabas,/ golpes de pecho, sobre el campo ingente (…) Llego a la puerta ajada del barranco/ donde siempre hay inmensidad de luz,/ y ante este altar arrodillado quedo./ Aquí, enraizando, voy creciendo al filo,/ al borde mismo de la sierra eterna”.
Casi como coda al volumen, Manuel Rámila abre su corazón y dice en su “Himno a la tierra”: “Como un ángel de verdes alas/ te descubrí oculta entre las frondas./ En el bermejo fruto/ y la dorada savia./ En el canto de amor de las aves (…) Te amé en los senderos claros/ y en el amor luminoso/ a la Vida y a la Tierra”.
Y llevado, precisamente, por esas alas angelicales, podrá el lectodisfrutar y recrearse en esta en este
Cuadernopleno de cromático lirismo.