El XXXIV premio
Hiperión se otorgó
ex aequo a los poemarios “Autobús de Fermoselle” y “Los días hábiles” de Maribel Andrés Llanero y Carlos Catena Cózar respectivamente.
Tras la publicación de La lentitud del liberto”, ve ahora la luz “Autobús de Fermoselle”. En este volumen, Maribel Andrés Llanero (1984) articula un discurso que por momentos pareciera una elegía, pero en donde en verdad resuena el descubrimiento de su propio origen.
El acentuado referente de sus antepasados trasciende hasta un espacio íntimo en el que la autora salmantina atiende a la pregunta de cómo vivir y vivirse. Gentes, territorios, situaciones de otro tiempo, van evocándose desde un presente que remite a la infancia, a la ternura y a la piedad de los que ya no son y también de los que, existiendo aún, ya dejaron de ser los mismos: “Vengo de la tierra del pan y del vino,/ donde otros antes que yo/ escondieron la cebada/ que no saciaría su hambre ni su sed./ Soy nieta de emigrantes, carbón humano,/ las entrañas unidas con alambre,/ mujeres y hombres teñidos de esparto”.
La unión de la tierra con su propio ser (“Soy de un hogar que se seca y se adhiere/ como costra en los codos de la tez morena …/… Esto es Castilla”), sirve como telón de fondo de un escenario rural donde el sujeto poético cumple su destino. A lo largo de estos textos, plenos de emotividad, surge un diálogo entre vivos y muertos que deviene en una síntesis esclarecedora sobre los temas y antitemas preocupantes.
Su detenida contemplación sobrepasa las raíces vivenciales y se torna parábola de lo acontecido. De forma implícita o explícita, su verso recuenta las sombras, costumbres, ritos, historias…, que giraron y aún giran en su derredor: “Los padres cerca, hermano, abuela./ Mi pasado de amapolas y zarzales/ se rompe en cuatro sensaciones/ y un par de olores que hacen/ que me salten las entrañas”.
En la experiencia y en la consciencia que ocupan el ámbito compartido por Maribel Andrés Llamero, laten una serie de símbolos que remiten a metáforas con las que profundizar en el enigma del discurrir humano. El ahora se presenta como una amalgama de pequeños instantes que se refugian, al cabo, en la dialéctica del recuerdo como forma de estar aún más vivo. Y más cerca del amor: “Agitadas como el corazón de un ave,/ temblando sobre húmeda pizarra,/ confiando como abejas en la boca,/ así amamos las de esta tierra”.