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Hay que pensar en el paro

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Hay personas, de muy variadas edades, que no sólo piensan en el paro sino en la forma y la fecha en que podrán salir de él. Otras no se han visto nunca en esa situación pero sí que piensan que pueden llegar a sumarse a los que lo están; no se ven seguros porque están apareciendo noticias de cierres de empresas o disminución de sus actividades, con el añadido de reducción de personal.

¿Qué hacer?, se pregunta cada cual al tiempo que indaga en las ofertas de trabajo –si las hubiere– y pregunta acá y allá, a cualquiera que crea le puede dar alguna pista, alguna idea, algo para no sentir la oscuridad de lo negativo y de lo imposible.

Hay quienes no han tenido nunca ese problema y parece que están a salvo de ello en el futuro. ¿Saben estos lo que es el sufrimiento de aquellos otros; de los que quieren trabajar para tener algún dinero que les permita subsistir?

Unos sí lo saben y otros no; por lo menos no del todo, no de la profundidad de la amargura que ocasiona el fracaso en la vida y de lo que significa no poder dar de comer a los suyos, o resguardarse del frío y de otras necesidades básicas. Y se habla de derechos del hombre con una rotundidad pasmosa, aunque lo que se diga no esté de acuerdo con lo que se haya hecho o se vaya a hacer.

Hay noticias que hablan de dificultades básicas para familias que antes no las tuvieron y tienen que acudir a alguna institución de caridad para poder comer. Es así de duro para ellos y también para quienes los conocen o alguien les informa de ello. Son tiempos, los que ahora corren, en los que las dificultades se han multiplicado en todas partes y no se sabe hasta donde llegará, en duración e importancia de esas dificultades o de cualesquiera otras que puedan aparecer. No es tiempo para sonrisas; ahora hay que ser sinceros y afrontar los problemas con seriedad, sabiendo lo que se hace, ponderando muy bien cada paso.

Duele hablar de esto pero no hay más remedio que hacerlo. A todos nos obliga a pensar y actuar, cada uno en su ámbito, sin que ello signifique que se pretenda molestar a nadie. Lo que lo motiva es cumplir con un deber que todos lo tenemos; el de preocuparnos de los demás, de sus vidas, de lo que les causa daño y no saben o no pueden combatirlo. ¿Es que ni siquiera vamos a ser capaces de tenderles una mano abierta y cariñosa?
Somos bastante lentos en reaccionar y hasta no nos damos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor, aunque sea muy duro. Mientras no nos afecte directamente parece que hay cosas que no existen; son las cargas que otros tienen que soportar, yo ya tengo las mías y, además, ¿hicieron esos lo que era necesario hacer para no verse, ahora, en esta situación?

Eso es lo que alguna que otra vez se dice y hasta se repite como un estribillo ante hechos que son verdaderas tragedias, pero otros nos llaman la atención con sus palabras y sus hechos. Eso es lo que hizo el sacerdote católico Joseph Wresinsky por medio de una placa que colocó en el atrio del Trocadero de París, el 17 de octubre de 1987, con el siguiente texto: “Allí donde hay hombres condenados a vivir en la miseria, se violan los derechos humanos. Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado”.

Ese mismo texto lo recogió el Papa Juan Pablo II en una placa que colocó en su catedral romana, San Juan de Letrán, añadiendo algo más: “Nunca más discriminaciones, exclusiones, opresiones, desprecio de los pobres y de los últimos”.

Hay que pensar en el paro, que lleva a tantas personas a la miseria, y hay que tratar de evitar que esa situación se produzca o mantenga. Es un deber que a todos obliga.
Hace muy pocos días un hombre muy joven pedía limosna a la puerta de una Iglesia. Era de noche y hacía frío. No llevaba más que una camisa y un pantalón ligero. ¿No creen que es muy triste ese hecho?. Es una muestra del paro; una muestra de la realidad existente. ¿No creen que hay que dejarse de otras cosas y solucionar el paro en nuestro país?

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