La historia de Málaga nos ha brindado un gran legado basado en diferentes culturas. El cristianismo adquirió la preponderancia lógica tras la reconquista de la ciudad en 1487 pero el paso de siete siglos de vida de musulmana nos sigue acompañando en ejemplos muy señeros cada día. Uno de estos vestigios es la propia conformación de las calles del Centro, trazado en torno a una muralla que, aunque casi desaparecida físicamente,
se adivina en los límites de la almendra histórica: calle Atarazanas, Martínez, Cortina del Muelle, Alcazabilla, Álamos, Carretería. Esto era el núcleo urbano, de fundación fenicia. Vía a vía, en Atarazanas, donde hoy se alza el famoso mercado, se encontraba la carpintería de ribera, ahí se construían lo barcos que se botaban en lo que hoy es la Delegación del Gobierno Andaluz, situada en el lateral norte de la Alameda Principal, que era primera línea de playa. En calle Martínez, cerca ya de la calla Larios se encontraba el Castillo de Genoveses, una especie de almacén que tenían los genoveses extramuros de la ciudad andalusí que le servía para comercializar y mantener las mercancías a salvo. Quien explica todo esto es Juan Ortega, profesor de Estudios Árabes islámicos de la Universidad de Málaga quien considera que Málaga en aquella Época “es su puerto”. “La ciudad no tiene campos por lo que la población se concentra en lugares de utilidad y Málaga tenía el puerto, que le servía como lugar de enriquecimiento”. Esa muralla nazarí que como decíamos no se aprecia a pie de calle se conserva en parte en los bajos de un céntrico y lujoso hotel cercano al hotel Guadalmedina.
Uno de los lugares de mayor transformación de la ciudad (y que actualmente sigue de nuevo adoptando formas nuevas) es la plaza de Enrique García-Herrera, conocida popularmente como la
Plaza de Camas, que es el nombre de una famosa calle contigua célebre durante muchos años por ser un lugar a evitar, aunque ya rehabilitada y recuperada para el tránsito normal.
Este lugar tiene actualmente un aparcamiento público en el que en el momento de su construcción se hallaron 400 tumbas. La razón, ahí esta ban los arenales, parajes junto al rio en los que por las características del terreno era fácil la inhumación. El profesor Ortega advierte que los ritos de enterramiento cristiano y musulmán difieren pero desmiente la creencia de que no había enterramientos compartidos.
La vida intramuros estaba muy marcada por lo privado y un claro ejemplo son los adarves: calles sin salida que de noche se cerraban dejando clara la propiedad de la calle. El pasaje de Nuestra Señora de los Dolores, calle Mezquitilla o Cinco Bolas, son algunos ejemplos. Como extensiones de la ciudad, ya fuera de la muralla se encontraban los arrabales. Málaga contaba con uno en el Perchel y otro en la zona de San Felipe Neri conocido como el arrabal de Fontanalla: zonas de huertas sin vallado en las que tras las excavaciones del Metro se ha conocido una importante construcción de torres que los perimetraban, lo que indica la importancia que se les daba a estos enclaves.