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Stolpersteine: Donde hubo horror no vencerá el olvido

Una investigación en torno a los cinco jerezanos que murieron asesinados en campos nazis ha ayudado a impulsar un memorial que inmortalizará sus historias

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Bartolomé Benítez e Iván Caro, impulsores de la iniciativa

Diego Pérez Núñez

Rafael Domínguez Redondo

Salvador Linares Barrera

La documentación de Antonio de la Rosa

El documento de Manuel Carrasco Cortijo

Bartolomé Benítez e Iván Caro, impulsores de la iniciativa, en el Instituto Alvar Núñez, ante las cinco Stolpersteine que se instalarán próximamente en Jerez

Las Stolpersteine que se instalarán en Jerez

Las Stolpersteine que se instalarán en Jerez

Las Stolpersteine que se instalarán en Jerez

Las Stolpersteine que se instalarán en Jerez

Las Stolpersteine que se instalarán en Jerez

El horror y el olvido están en el germen de esta historia. El horror bajo la abominable dimensión recreada por el coronel Kurtz en su estremecedor monólogo de Apocalipsis now. El horror de una guerra, del exilio, de la deportación y, en este caso, el horror de una infamia, el del holocausto nazi. Por otro lado, el olvido, o mejor, la lucha contra el olvido en torno a los cientos de miles de personas que murieron asesinadas en campos de concentración alemanes y a las que se ha ido dando nombre a lo largo de las últimas décadas para preservar su memoria. 

Según el censo hecho público en 2020 por el Memorial Democràtic de la Generalitat de Catalu­nya, junto con la Universitat Pompeu Fabra y la Amical de Mauthausen, entre 1940 y 1944 hubo un total de 9.161 españoles deportados a campos de concentración,  de los cuales cerca del 60% murieron. Entre ellos se encuentran cinco jerezanos cuyas vidas logró reconstruir el profesor de Historia Bartolomé Benítez con motivo del homenaje póstumo que les brindó la ciudad hace dos años. Esa investigación ha servido asimismo como punto de partida para impulsar un memorial que inmortalizará sus nombres -Antonio de la Rosa Tozo, Manuel Carrasco Cortijo, Rafael Domínguez Redondo, Salvador Linares Barrera y Diego Pérez Núñez- en diferentes calles de la ciudad a través de las stolpersteine, unos pequeños bloques de cemento, con una pequeña lámina de latón dorado, que lleva grabada una inscripción con el nombre de una víctima del nacionalsocialismo, y que se coloca a los pies de su casa natal.

La iniciativa surgió en Alemania en 1995 y desde entonces han adquirido un enorme valor que va más allá de lo simbólico, ya que “pertenecen a una fundación que es el mayor memorial de las víctimas del nazismo”, como subraya Iván Caro, impulsor junto a Benítez de esta iniciativa en Jerez. De hecho, en la actualidad hay stolpersteine instaladas en 25 países europeos y en Argentina.

Jerez será la tercera ciudad andaluza que se sume al memorial. Debía haberlo oficializado este pasado 5 de mayo, que era la fecha elegida para la colocación de las “piedras”, coincidiendo con el aniversario de la liberación del campo de Mauthausen, pero los permisos municipales para colocarlas han ido con un poco más de retraso de lo esperado.

Una vez estén instaladas, pretenden llevar a cabo labores pedagógicas y de concienciación entre escolares, mediante una exposición itinerante, pero también de cara a la población mediante la realización de una ruta de la memoria que transite por cada una de las calles en las que se encuentren las cinco stolpersteine. De momento, esa labor pedagógica ya la han realizado en el instituto donde imparte clases Bartolomé Benítez, el IES Álvar Núñez, donde ha tenido la oportunidad de mostrar a los alumnos cada una de las piedras, aunque también han trasladado la idea al Seritium y a La Granja. “Los alumnos, en cuanto las tocan, las hacen suyas”, como si ejercieran una especie de “poder” de atracción, subraya.

De las cinco víctimas jerezanas, solo de una de ellas, Antonio de la Rosa, no hay referencias sobre su lugar de residencia en la ciudad. “Del resto tenemos la dirección exacta, ya que cuando llegan a Mauthausen, les piden una dirección, y son las que ellos ponen al llegar al campo”. En este sentido, la de Antonio de la Rosa “la colocaremos en la plaza del Arenal, como entrada a su vez al barrio de San Miguel, que es al que están vinculados los otros cuatro”. Hay que tener en cuenta que mientras que estos otros cuatro tenían entre 22 y 26 años cuando fueron asesinados, Antonio de la Rosa había cumplido los 66. “Por la edad, es probable que se exiliara con toda la familia. No hay registro civil, ni actas bautismales, con lo que esto nos servirá para mover un poco el árbol”, apunta Benítez. “He buscado a los De La Rosa que hay en Jerez y nadie tiene constancia. Lo más probable es que este hombre, con esta edad, se fuera de España con su familia, no como los otros cuatro jóvenes”.

De hecho, los cuatro “tienen un itinerario  con un mismo perfil. De Diego y Rafael sabemos que eran de la CNT. Salvador es probable, pero no hay documento, igual de Manuel Carrasco. Son jóvenes, salen de Jerez a las pocas semanas del golpe, entran en el ejército republicano y pasan al exilio republicano del 39, llegan a los campos franceses, los cuatro pasan por las CTE (Compañía de Trabajadores Extranjeros), para aprovechar la mano de obra para el ejército francés, y acaban en Mathausen. Coinciden los cuatro en Gusen, y allí mueren”.

“De la Rosa -relata- tiene otro itinerario. Es mucho mayor. Está en Francia y lo apresan en campos franceses regidos por la gendarmería francesa, hasta que en el 44 los alemanes se encargan de esos campos y se llevan a los colectivos a campos alemanes, y él está en un transporte, el tren fantasma, que tardó ocho semanas desde Toulouse y Burdeos a Munich, y llegó a Dachau el 28 de agosto del 44. Pregunté por él y me dijeron que los que estaban en el campo disciplinario, eran represaliados por actividades relacionadas con la resistencia. Los indicios nos llevan a que era penalizado por actividades relacionadas con la Resistencia. Esto enriquece la imagen de los deportados jerezanos, porque murieron en varios campos. Diego fue asesinado en el castillo de Hartheim en una cámara de gas, mínima, espantosamente pequeña. La propia deportación desde Jerez da un mapa para explicar a los alumnos lo que fue el exilio y la represión de los republicanos y cómo llegaron a los campos de concentración nazis”.

Iván Caro insiste especialmente en esa “labor pedagógica”: “Es una de las funciones que cumple el memorial, aunque se pongan en el suelo, es la piedra del tropiezo con la historia. Una persona que murió en un campo de concentración a miles de kilómetros, era vecino mío”. Y matiza asimismo que esta labor no se puede quedar solo en la colocación de las piedras, ya que eso sería incurrir en un “doble olvido”.

Hay, asimismo, otro aspecto que consideran necesario destacar. Estamos ante una iniciativa que parte de la “sociedad civil”. “No queríamos que fuera algo institucionalizado -recuerda Caro-. Es una iniciativa de dos personas, y queríamos que no hubiera apropiación del memorial”. Para ello pusieron en marcha un crowfunding que ayudara a sufragar los gastos de la realización de las piedras, una tarea de la que se encarga la propia fundación desde Colonia. “Lo más fácil era invitar a aportaciones voluntarias con la idea de llegar al objetivo, y ha tenido gran aceptación”. “Es memoria ciudadana -apostilla Benítez-. Es sociedad civil articulándose para pedir memoria. El Ayuntamiento colabora, como no puede ser de otra forma, pero es el resultado de personas de Jerez y de fuera, lo que le da valor añadido”. De ahí que se hayan ofrecido a asesorar a ciudadanos de otros municipios de la provincia que quieran impulsar una iniciativa similar en sus ciudades para recuperar la memoria de tantos deportados, para que donde hubo horror, no impere el olvido.

 

¿Qué son las stolpersteine?

Son unos pequeños bloques de cemento de forma cúbica (10 x 10 x 10 cm) en los que una de sus caras está cubierta por una fina lámina de latón donde se ha grabado una inscripción que recuerda a una víctima del nacionalsocialismo. Son colocadas en la acera delante de la casa donde vivió la víctima o, como alternativa, de su lugar de trabajo. Las ‘stolpersteine’ son una idea del artista alemán Gunter Demnig, quien en 1995 creó los bloques memoriales para instalarlos -en principio, de forma clandestina- delante de las viviendas que habitaron las víctimas en Colonia, su ciudad natal. Su nombre se traduce por “piedra/adoquín que te hace tropezar”, ya que la idea del artista es que sea un tropiezo emocional, cuando te encuentres ante una de ellas.

Las Stolpersteine que se instalarán en Jerez

Las Stolpersteine que se instalarán en Jerez

Las Stolpersteine que se instalarán en Jerez

Las Stolpersteine que se instalarán en Jerez

Las Stolpersteine que se instalarán en Jerez

¿Quién fue Diego Pérez Núñez?

Nació el 17 de junio de 1919 en la calle Zarza y en los años de la Segunda República vivió en la calle Lecheras número 2. Diego era anarquista, pertenecía a las Juventudes Libertarias y fue muy activo políticamente. Sin noticias de Diego durante la guerra, fue recluido en un ‘stalag’ en Kassel. Los nazis empezaron a enviar a Mauthausen a este tipo de prisioneros y el 13 de agosto de 1940 Diego llegó en el tercer transporte de republicanos al campo. Entraron con la categoría de “emigrante” y Diego, en concreto,  con la profesión de fontanero con el número 3772. El 24 de enero de 1941 entró en el primer traslado de presos españoles  al subcampo de Gusen, donde las condiciones de trabajo eran más duras, con peor comida, peores condiciones sanitarias y la mortalidad aún más alta. Allí Diego Pérez coincidió varios meses con otros tres jerezanos más: el también anarquista ‘El Panaderito’, amigo suyo desde los tiempos de Jerez, Salvador Linares y Manuel Carrasco. Diego aguantó muchos meses, casi un año, en Gusen. Su trabajo de fontanero le ayudó a no tener que trabajar en los ‘kommandos’ más duros. El 5 de diciembre de 1941 fue trasladado al castillo de Hartheim, que era uno de los seis centros que formaron parte del programa secreto de eutanasia impulsado por el propio Hitler y que operaba con cámaras de gas. Diego murió el 18 de diciembre de 1941 en la cámara de gas del castillo. Se despedía de la vida con 22 años.

Diego Pérez Núñez

¿Quién fue Antonio de la Rosa Tozo?

Nació el 13 de junio de 1878. No hay noticias de él, ni certificado de nacimiento, ni acta bautismal alguna. La primera información obtenida apunta a que fue apresado en Vernay, al norte de Lyon, y fue trasladado al campo de Noé el 16 de junio de 1941, cuando tendría 63 años. El 6 de octubre de 1943 es trasladado al campo de Vernet d’Árriege, donde declara que su profesión es la de mecánico. En el caso de la Rosa, no hay constancia de qué actividades fue acusado, pero sí que el castigo que recibió fue por haber participado en actividades relacionadas con la Resistencia. Después del desembarco de Normandía el 6 de junio de 1944, las tropas alemanas tomaron el control de Vernet, con el propósito de  llevar a los presos a cárceles que estuvieran en el Reich. Antonio de la Rosa Tozo llegó a Dachau el 28 de agosto con la categoría de “prisionero de protección” (schutzhäfling) y le dieron el trabajo de fogonero. En el otoño de 1944 una epidemia de tifus azotó al campo de concentración; los supervivientes hablaban del hambre que pasaron en el campo durante esos meses. No se sabe cuándo entró de la Rosa en el block 30, que era el de los inválidos, pero sí que el 26 de diciembre su nombre apareció en el listado de la enfermería del campo; dos días más tarde, el 28 de diciembre de 1944, murió. Pocos meses más tarde, los norteamericanos liberaron Dachau.

La documentación de Antonio de la Rosa

¿Quién fue Manuel Carrasco Cortijo?

Nació el 7 de marzo de 1915 en los Llanos de Malabrigo, entre La Barca de la Florida y San José del Valle. Su familia vivió en el número 2 de la calle Cerro Fuerte, en el barrio de San Miguel. No hay noticias de su vida durante la Segunda República, ni de sus inquietudes políticas, pero en la guerra civil  logró un ascenso de cabo a sargento en la 140 Brigada Mixta en septiembre de 1938. Una vez exiliado en Francia, es trasladado al campo de Saint-Cyprien. Trabajó en la CTE 115 (Compañía de Trabajadores Extranjeros), en la que coincidió con Domínguez Redondo. Tras el hundimiento del ejército francés, fue apresado en Saint Die des Voges, el 30 de junio de 1940. Compartió con Domínguez el itinerario del campo francés de Belfort y el ‘stalag’ de Fallingbostel. De la misma forma, es transferido el 25 de enero de 1941 a la Gestapo. El convoy de transporte a Mauthausen llegó el 27 de enero de 1941, en el que coincide de nuevo con Domínguez. Dos meses más tarde, el 29 de marzo, es trasladado a Gusen. Allí muere el 27 de noviembre de 1941, y aunque la causa oficial es “inflamación del músculo cardíaco”, normalmente detrás de este eufemismo se escondía uno de los métodos de ejecución más usuales en el campo: una inyección de gasolina en el corazón. Desde abril hasta noviembre de 1941 coinciden en Gusen los cuatro jerezanos que pasaron por el universo de Mauthausen.

El documento de Manuel Carrasco Cortijo

¿Quién fue Rafael Domínguez Redondo?

Nacido el 3 de febrero de 1916, vivío en el número 7 de la calle Zarza, donde su familia tenía una panadería. Rafael pertenecía a las Juventudes Libertarias de la CNT y era conocido como ‘El Panaderito’. Durante la guerra civil lo encontramos en febrero de 1937 en la sangrienta retirada de Málaga, pero también participó en la batalla del Jarama y en la batalla del Ebro. Al cruzar la frontera hacia Francia, lo internaron en el campo de Barcarés. Más de 90.000 republicanos españoles internados en estos campos optaron por trabajar para el ejército francés. La mayoría de los que optaron por esta opción lo hicieron en las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE). Domínguez Redondo formó parte de la CTE 115, donde coincidió con Manuel Carrasco Cortijo. El 21 de junio, el “Panaderito” fue apresado cerca de Valence. Lo llevaron a un campo francés en Belfort. Desde allí fue trasladado al stalag XIB, en Fallingbostel. Fue transferido a la Gestapo el 25 de enero de 1941, y dos días después llegó a Mauthausen, donde trabajó como panadero en el campo central. El 8 de abril llegó a Gusen, donde también trabajó de panadero. Gracias a este trabajo no tuvo que desarrollar trabajos en la cantera, así aguantó muchos meses y murió el 15 de enero de 1942. La causa oficial fue “insuficiencia renal”, pero testimonios orales de supervivientes nos informan de que se suicidó arrojándose a la valla electrificada.

 Rafael Domínguez Redondo

¿Quién fue Salvador Linares Barrera?

Nació el 17 de julio de 1917 en El Mimbral, un núcleo que se abandonó cuando se construyó el pantano de Guadalcacín II. La familia se desplazó al cercano Tempul. Fue el domicilio familiar que Salvador señaló cuando llegó al campo, aunque antes de la guerra vivió en casa de su hermano, en la calle Molineros, 5. Su hermano fue investigado en 1939 por haber sido interventor de un partido político en las elecciones a Cortes en 1936. No hay datos ni de los años de la guerra civil ni de su llegada a Francia, y los de su pertenencia a las Compañías de Trabajadores Extranjeros también son confusos. El lugar de detención fue en Lundum, en la zona del Loira, el 4 de julio de 1940. De ahí fue enviado al campo de tránsito XIB, en Fallingbostel. A finales de septiembre apareció una orden de la RSHA, la organización que comandaba Heydrich, por la que los prisioneros españoles dejaban de ser considerados como prisioneros de guerra y serían enviados a los campos de concentración. Salvador llegó a Mauthausen el 25 de noviembre de 1940, e ingresó con la categoría de “detención preventiva”. Su profesión era la de agricultor. El 17 de febrero de 1941 fue trasladado a Gusen. Murió el 30 de noviembre de 1941. La causa oficial: “Pulmones abiertos. Tuberculosis”. Fue incinerado en el crematorio de Gusen.

Salvador Linares Barrera

*Las reseñas biográficas han sido extraídas de la investigación realizada por Bartolomé Benítez e incorporadas al expediente de la Iniciativa Stolpersteine Jerez.

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