Llega febrero con su frío dejando atrás una cuesta empinada difícil de sortear en lo económico y anímico. La pandemia se suma al ya maldecido enero del que pocos momentos divertidos o emocionantes se puede contar. Pero llega febrero, y con él resurge el
Festival de Jerez que es el acontecimiento más atractivo de cuantos ocurren en el primer trimestre del año y que es capaz de unir en el mismo teatro, el Villamarta, a aficionados al baile y a la danza de cuarenta países diferentes, de media, desde los familiares japoneses hasta los más alejados australianos, sin olvidar a los que llegan de Sudáfrica o Taiwán.
Esos conocidos “cursillistas” dan verdaderamente sentido al certamen ya que durante las dos semanas (mal contadas) de celebración, agotan el papel de los distintos espectáculos bien se celebren en el principal espacio escénico jerezano o en otras salas de personalidad contrastada como Los Apóstoles de González Byass o Sala Compañía.
Pues bien, hay que felicitar un año más a la organización y dirección, a su directora Isamay Benavente, por diseñar una programación que además de contar con una serie de propuestas de baile de altísimo nivel, en esta edición también ha querido recuperar el cante de dos legatarios de la tradición cantaora del siglo XX:
Pansequito y Luis El Zambo.
No serán los únicos que pasarán por esta edición en la disciplina del cante, también participarán María Terremoto y la heredera lebrijana Anabel Valencia, todos ellos en la bodega Los Apóstoles de González Byass.
José Cortés, conocido por todos como
Pansequito, vuelve a un Jerez al que siempre ha querido pero que últimamente lo ha considerado de forma discreta. La última vez que apareció en esta ciudad fue en 2017, en el
Festival Gran Reserva Honores a Moraíto, dedicatoria que pasaría al año siguiente a su persona pero que por motivos diversos nunca pudo hacerse realidad. Desde entonces, ausencia. Cinco años prácticamente sin que uno de los cantaores (por no decir el que más) más relevantes de cuantos quedan, por trayectoria, discografía y premios, aparezca por Jerez. Con un timbre vocal privilegiado, sigue manteniendo el empaque del primer día y defiende con maestría y solvencia cada aparición. Panseco, así lo llama su mujer Aurora Vargas, es la estrella que queda de la época dorada de los festivales en los que Camarón, Juanito Villar (otro de los dinosaurios vivos), Turronero, Lebrijano o Paquera de Jerez conformaban la mayoría de carteles. La presencia de este linense (1945), que tiene su base en Sevilla y su medio corazón en el Puerto de Santa María, es un verdadero acontecimiento para los buenos aficionados y uno de los aspectos más destacables de este 2022 en cuanto a flamenco se refiere.
El segundo de ellos, jerezano del barrio de Santiago nacido en 1949, es actualmente la voz más aplaudida (siempre hay alguna más) del cante de su generación en su tierra. Miembro de una familia prolífica en lo artístico, defiende los estilos de la bulería para escuchar que encumbró a su tío Manuel Soto Sordera o a María Bala, hermanos de su madre. Por el gen Fernández le llega la furia terremotera, la elegancia del Serna, o lo imprevisible de Tío Borrico o Tío Parrilla. Independientemente de lo que su carnet de identidad demuestre, a Luis hay que analizarlo como el testimonio fidedigno de una época prácticamente pasada. A él hay que recurrir para conocer el secreto del compás del que tanto presume Jerez y por el que parte del planeta se ha arrodillado en más de una ocasión. Es más que necesario tenerlo en esta edición porque su metal está cada vez más complicado de encontrar, de hecho es ahora cuando el gran público puede saborearlo ya que hasta que no cumplió los cincuenta años no cantaba en escenarios sino en las siempre valoradas reuniones de cabales. A Luis sí se le ha podido disfrutar con más frecuencia en su tierra que a Pansequito, sin ir más lejos participó en la pasada edición de la Fiesta de la Bulería, en esa jornada inaugural de agosto dedicada a los “veteranos”. Pero es que de este alimento anímico no se cansa uno.
Ambos, dicho sea de paso, tienen un arsenal de seguidores jóvenes que ya lo tratan como leyendas, y los dos estarán acompañados por la guitarra de Miguel Salado. José actuará el 20 de febrero a las seis y media de la tarde, y Luis lo hará en la noche del 27 del mismo mes, a las once de la noche. Y para que luego digan que en el Festival de Jerez solo hay baile.