Todo llega a su fin, como las relaciones que nacieron en la adolescencia, las series de doscientas quince temporadas, los tramos de anuncios en Antena 3, los lunes. Aunque parezcan que nunca acabarán, todos los acontecimientos en esta vida tienen su inicio y su final.
El Presidente del Gobierno, en un movimiento más para instalar la dictadura progre narco comunista bolivariana, nos anuncia que el próximo 26 de Junio se acabará la obligatoriedad de uso de las mascarillas en exteriores. Porque si algo nos ha traído esta pandemia que nos igualaba a todos era la mascarilla.
Pocas veces, un artilugio tan sencillo ha hecho tanto por hacernos a todos iguales, al modelo con el gafapastas, al higiénico con el enfermo de halitosis, a Cyrano con el chato. Todos éramos idénticos a priori, partíamos con la misma puntuación y las mismas oportunidades, y eso es algo digno de alabar. Pero las condiciones actuales de la pandemia, el avance de la vacunación y alguna que otra consideración más hacen que el Gobierno estudie el fin de su uso obligatorio.
Se nos acaba el tiempo de reforzar nuestra imagen personal con ese nuevo complemento, tan poliédrico que nos servía para dar a conocer nuestra tendencia política, deportiva, cinéfila o si éramos amantes del brilli-brilli y la lentejuela.
Una advertencia a los que tienen déficit de comprensión lectora: se acaba el uso obligatorio. Es decir, de la misma manera que no es forzoso casarse con alguien de su mismo sexo, abortar, divorciarse o acogerse a la eutanasia, tampoco es indispensable que deje de usarlas. Si quiere, puede. No pasa nada. Los feos podemos seguir usándola.
Imagino que, a partir de la semana que viene, hordas de negacionistas, cargados de sesudos estudios publicados en el Semana y estadísticas recabadas entre grupos de cuñados, vendrán a recordarnos que las mascarillas son necesarias, imprescindibles y vitales, y que esta medida no es más que un malvado plan del lobby de dentistas para implantarnos chips en los empastes y en las limpiezas dentales que nos vamos a volver a hacer, ahora que nuestras sonrisas serán visibles de nuevo. Y que en los tubos de dentífrico se puede encontrar grafeno, sustancia que nos convierte en potentes imanes, capaces de atraer a un autobús de linea, si no se anda con cuidado.
Tampoco se extrañen si Isabel Díaz Ayuso impone en Madrid el uso de dos mascarillas. Como las tazas.