No me llega la camisa al cuerpo; una angustia me oprime el pecho, no me deja respirar y una tristeza infinita se ha hecho fuerte en mi rostro, como si me pusieran en bucle el ultimo capítulo de David el Gnomo o aquel de Verano Azul en el que Pancho corría por las playas de Nerja anunciando la muerte de Chanquete.
Lo de este Gobierno ya no tiene nombre. Que les ha dado por los ricos, oye. Que los pobres ricos españoles no ganan para disgustos. Ya sufrieron durante el confinamiento la persecución que les prohibía ir a sus campos de golf para echar unos hoyitos. Se les estigmatiza por ser los únicos beneficiarios de la supresión de los impuestos sobre el Patrimonio. Ahora, como remate, se les aprieta más el nudo y se crea un impuesto especial para ellos.
Leí, con el alma ahogada en un pozo de lágrimas, el testimonio de Roberto. Con un patrimonio de unos 5 millones de euros, basado en unas 100 plazas de garaje, pisos y locales comerciales, sobrevive a duras penas con unos ingresos de más de 150000 euros. Ahora, por culpa de estas sanguijuelas bolivarianas, tendrá que pagar 105000 euros en impuestos. Pónganse en su lugar, empaticen con Roberto.
Que en España se pierdan anualmente unos 4.700 millones de euros en los paraísos fiscales de la UE no es culpa de las grandes fortunas. Es que no quieren que caigan en malas manos, y que se dediquen a esas paguitas disfrazadas de ERTEs, subidas de sueldos mínimos y de pensiones, subvenciones de préstamos ICO y otros inventos para gente que no sabe lo que es un “luisvi” ni el aroma del salpicadero de un Bentley.
Ya somos muy solidarios, pero debemos serlo más. Defendamos el erario de los que más tienen, y seamos nosotros, la mayoría ciudadana, la que aporte ese dinero que los que más tienen quieren ahorrarse. Que el 99% de la población se haga cargo de la parte de ese 1% que se dedica a levantar el sector de los yates, los coches de lujo y la jardinería golfística, que no golfera.
Hagamos cuestaciones, pongamos huchitas del Domund en las iglesias, volvamos a esas campañas de la Cruz Roja, pero esta vez con una cruz blanca sobre fondo rojo. Tapemos nuestros oídos frente a esas consignas comunistas del BCE y del FMI, que piden que “los que más tienen paguen más, para que apoyar a los que más sufren”.
Ánimo, Roberto. Estamos contigo.