Las creencias religiosas no están sometidas a teorías como la matemática o la física y no precisan de la presencia de Tales de Mileto o Pitágoras. Su símbolo son doce hombres y su Maestro, reunidos en torno a una cena pascual. La palabra expone de modo variable lo que quiere expresar el idioma. Los idiomas, como las columnas de los palacios, los diferencian la altura o extensión conseguida, el grosor, que indica la fuerza de sus expresiones y el peso que es el número de vocablos que es capaz de soportar, siempre abierto a nuevas incorporaciones ponderales. La palabra es el vehículo, un complejo carrusel, encargado de dar luz y libertad al pensamiento, la idea y el sentimiento. Es como un “hada madrina” que pone la carroza construida con vibraciones de unas cuerdas vocales que articulan y conducen unas fauces que dan sonido y ritmo al aire, el invisible milagro de la vida. Pero esta condición original de ser aire, nos indica también su mudanza y volatilidad y, aunque queramos retenerlas de por vida en las entretejidas alfombras neuronales de los salones de nuestro cerebro, son demasiadas las ventanas existentes y, a no ser que el recuerdo tenga una intensa y extensa condición mórbida, escaparan finalmente por ellas a la atmósfera del olvido.
Quien les dio alas a las aves sabía muy bien que con ellas podían sostenerse en el espacio azul que llamamos cielo. Al ser humano no se le dio esa posibilidad, pero a cambio de ello se le otorgó el hecho de ser construido a imagen y semejanza del Creador, es decir, se le dio la inteligencia, la memoria, la voluntad y la capacidad reflexiva. Con estas cualidades, ideó la forma de poder recordar siempre lo vivido mediante unos grabados perennes que inequívocamente le evocase lo sucedido en algún momento de su vida de relación. Ya tenemos la escritura. El esfuerzo ha sido extraordinario para que la ignorancia de estos signos gráficos llegará a vencerse y ser posible su conocimiento por la mayor parte de los habitantes del planeta. Nos interesa nuestro país. El número de analfabetos en la actualidad, no sobrepasa al 1,3 % de la población. La evolución de la escritura ha recorrido el papiro, el pergamino, el papel, la tinta, el cálamo -algo semejante a la pluma de acero- pero la revolución no nos llegó a Europa hasta 1450 con Johannes Gensgleisch zur Laden(carne de ganso) que cambió este desagradable nombre por el de la casa en que nació y por ello le conocemos con el nombre de Johannes Gutenberg. De China vino el invento, donde desde 1041/48, ya se utilizaba por Bi Sheng un sistema por tipo de móviles, que modernizó Gutenberg utilizando el metal, que cambió todo lo existente. Quedan atrás muchas dudas sobre estos hechos, pero el primer libro, el
Gilgamesh, poemario sobre el Rey de Uruk vio como le llegaba la madurez y expansión tan deseada en la Biblia conseguida. El libro es la sinagoga del saber. El templo donde ir para exponer todos los sentimientos, sensaciones y conocimientos hermética e inútilmente retenidos en nuestro fuero interno. La escritura se generaliza. El escritor es artículo de lujo de todas las sociedades. Quien recibe una enseñanza global sabe escribir. Y debe de hacerlo, para que el tópico de “tener un hijo, sembrar un árbol y escribir un libro” tenga sana vigencia. Hay que tener la suficiente generosidad para poder evaluar que siempre un libro es un gran esfuerzo, sea malo o bueno a los ojos de la crítica y que es casi imposible que el peor de los libros no tenga siempre algo que instruye o es fuente de ideas.
Es cierto que hoy día hay más escritores que lectores, pero la pereza es patrimonio de estos últimos. Desde la épica, una de las formas más antiguas de la narrativa, pasando por la lírica que narra los acontecimientos, el ser humano comenzó a dar a conocer hechos míticos o legendarios, hazañas de héroes y descripciones de grandes guerras. Son ejemplos:
La Iliada,
La Odisea,
El cantar del Mío Cid o el
Ramayana. La excelencia está en el guerrero. La importancia en el que manda. El recuerdo en el libro. Sin él, Aquiles no le hubiera dado nombre al tendón del musculo triceps sural. Luego la escritura alcanza su momento de levitación o sublimación cuando el ser humano se da cuenta que hay timbre, notas y musicalidad en las palabras si estas repiten sus terminaciones en un orden que previamente se le ha establecido. La poesía en principio fue rima y lo fue porque representaba la acción, sin intervención del escritor. Pero su intervención llegó y con ella la libertad del poema, cuando los sentimientos e ideas se introdujeron en las entrañas del verso y dejó este de ser patrimonio único de la acción narrativa. Por eso son a veces rechazables e incomprendidos ciertos tipos de arte que en realidad no nos hemos parado a analizar y comprender.
Todo estaba perfecto y todo estaba en los libros. Había que fijar y festejar este acontecimiento. En España un valenciano, Vicente Clavel Andrés escritor y editor, propuso al Gobierno de Primo de Rivera en 1926 que se celebrase una fiesta anual del libro. La Unesco en 1988 promovió por primera vez la celebración de este día de la Literatura mundial. Se eligió este mes de abril que ahora vivimos. La fecha al final se fijó en el día 23,, aunque no fuera totalmente cierto que este mismo día se unieran los exitus de Miguel de Cervantes, William Shakespeare o el inca Garcilaso.
Que grande fue el tiempo de la Ilustración y de la aparición de la Enciclopedia de
L´alembert y
Diderot. El libro alcanza su volumen y recopilación máxima del saber. El
Espasa ha sido nuestra réplica. Pero agonizó y dejo de existir, como señal inequívoca de que el libro ha iniciado su descenso por un plano inclinado, que acabará en el olvido práctico, ante el flujo huracanizado de las pantallas de los ordenadores. Hoy viendo en mi cuarto de estar la Enciclopedia
Espasa, no he podido evitar que se me humedecieran mis párpados al verla yacer inerte, sin que sus páginas reciban caricia alguna de mi mano enrocada ahora en el “ratón” de mi ordenador., pero el dolor de la herida causada no lo calmaría, ni el tiempo, ni la cicatrización.
La fiesta del libro pasará a ser la “fiesta del saber” a través de una pantalla. Los libros quedarán para lucir sus pastas en los huecos estancos de las bibliotecas hogareñas y sus págínas dormirán el sueño eterno que los ángeles tienen reservados a las entes excelentes. Y nuestra “salada ínsula” fiel al genial hidalgo D. Quijote, seguirá como Sancho su consejo de ser ciudad de letras, que lo confirma su Real Academia de San Romualdo y lugar de sitio de los ejércitos, sobre todo de su Marina de Guerra. Y no admitirá ningún debate que intente originar controversia sobre el dogma inmaculado de su patrona la Virgen del Carmen.
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