Ha sido el Real Madrid el equipo que mejor ha sabido entender la actual situación, adaptarse a la nueva normalidad y completar un acelerón final, necesario e impecable, hasta alcanzar un título con el que pocos contaban.
Lastrado por el cúmulo de reproches de dos años decepcionantes, sin aparente reacción desde la cúpula y sin excesos ni golpes de efecto, el nuevo campeón ha sabido reconvertirse. De la chistera de Zinedine Zidane surgió el hechizo capaz de reavivar, por convicción, a todo un plantel agonizante.
Casi todos los integrantes cerraron filas en torno a un proyecto y a un fin común. Un grupo desgastado por el éxito. Desprovisto, además, del medio centenar de goles con los que contribuía Cristiano Ronaldo, que encubrían las posibles carencias y mantenían al equipo a la vanguardia del fútbol mundial, aspirante a todo.
Un año de travesía por el desierto competitivo. Tres entrenadores, un sonrojo europeo y el bochorno en la competición nacional. A una distancia sideral del Barcelona y superado por segunda vez por el Atlético Madrid.
Nunca se sabrá qué hubiera sido del ejercicio sin el sopetón proporcionado por la COVID-19. Hasta el momento de la interrupción, de una manera u otra el Real Madrid había mantenido el tipo. Con claros, grises y oscuros. Con el triunfo en el clásico, el liderato abandonado en Sevilla contra el Betis pero con toda opción. En la vuelta, después, estuvo impecable.
Ha sido el triunfo de Zidane y el triunfo de un grupo amparado por la personalidad y el rendimiento de un triángulo mágico decidido a dar un paso al frente en el momento de mayor necesidad. El asentamiento de Thibaut Courtois, la veteranía de Sergio Ramos y la madurez de Karim Benzema.
La productividad de la terna ha sido incuestionable y decisiva. La columna vertebral del equipo ha soportado el peso de la exigencia en los momentos decisivos.
El segundo año de Courtois en el Real Madrid ha sido el de su asentamiento. Cuestionado, hasta silbado, apurado por la larga sombra de Keylor Navas, el belga ha respondido a la exigencia para instalarse a la altura de los reputados Marc Andre Ter Stegen y Jan Oblak, considerados desde tiempo atrás como los mejores del mundo.
Courtois tiene bajo el brazo el honor al meta menos goleado de la temporada, algo que en su club no sucedía desde Iker Casillas doce años atrás. Será el tercer reconocimiento para el portero de Bree, de 28 años, que consiguió dos en su etapa en el Atlético Madrid, el equipo menos goleado en seis de las siete últimas campañas.
Thibaut Courtois ha encajado veintitrés goles en los 33 partidos que ha jugado y ha dejado a cero su portería en más de la mitad de los encuentros, en dieciocho. Pero sobre todo, ha dado sensación de seguridad, ha emergido en los momentos importantes y ha dado puntos al club.
En el espíritu defensivo del equipo mucho ha tenido que ver Ramos. El capitán ha encumbrado su liderazgo. A veces cuestionado por despistes puntuales pero llamativos ha estabilizado el espíritu de un grupo que se movía a impulsos y al que se le iba la concentración en el menor contratiempo.
Ahora no. La contribución del central se ha disparado. Asentado con Raphael Varane proporciona el equilibrio que el conjunto requiere. La solidez empieza en él. Capaz de transmitir al plantel su mentalidad ganadora no ha querido soltar la posibilidad del éxito.
Sergio Ramos ha añadido a la seguridad defensiva que se le presume una capacidad anotadora vital para el desempeño del Real Madrid. Segundo máximo anotador de la plantilla, infalible desde el punto de penalti, su acierto han supuesto puntos decisivos en la carrera por la Liga. Acumula ya veinte lanzamientos sin fallar y tras el confinamiento es el hombre con más puntería del equipo detrás de Karim Benzema. Diez goles, cinco después del parón. Y no siempre desde los once metros.
Pero sobre todo es la Liga de Karim Benzema. Garantía única en el ataque del Real Madrid, ha respondido a la exigencia demandada hace ya más de un año atrás, cuando todas las miradas cayeron sobre sus hombros el día después del adiós de Cristiano.
No apareció de la manera esperada en el curso anterior. Pero en este ha dado un paso al frente. En cuanto a liderazgo, rendimiento y eficacia.
Solo Leo Messi mejora los números del francés cuya relevancia va más allá del acierto. Maneja, juega y asiste. Contribuye. Aún así maneja cifras excelsas. Veintiún goles, dos menos que el astro argentino del Barcelona.
Pero más allá que este mágico triángulo blanco se mueve todo un plantel asociado a la causa. Un grupo condenado tiempo atrás que se resiste a su entierro. El paso al frente de Toni Kroos, el rejuvenecimiento de Luka Modric, la energía de Federico Valverde, la llegada a tiempo de Marco Asensio, la seguridad de Casemiro. En definitiva, la reanimación de un plantel maldito aferrado a la ascendencia de su técnico.
Nueve de los once jugadores que disputaron la final de la Liga de Campeones de Lisboa, excepto Cristiano y Keylor Navas, han formado parte del equipo titular blanco en varias ocasiones del curso.