Leo tantas veces que cuando eres madre automáticamente dejas de existir como mujer, que me crea un sentimiento de tristeza abismal. Creo que, antes que nada, debemos entender que no todas las personas son iguales y, por ende, todas las madres tampoco, porque la personalidad, nos guste o no, va por delante.
Con esto no quiero decir que la maternidad no te consuma, porque sí lo hace en determinados momentos, ni que tampoco se lleve el 80% de tu tiempo, porque también, pero somos nosotr@s l@s que debemos saber comprender el cómo. Ahí está la clave.
Desde que soy madre he aprendido a priorizar lo que quiero y lo que no, es algo que ya me sale instintivo. Consigo apartar todo lo que no me hace bien, porque es una pérdida de energía que debo resguardar para otra cosa, persona o momento.
Priorizo mi tiempo. Mi tiempo, que para eso es mío y de nadie más. Por ello, no soy mejor ni peor madre, porque yo no he dejado de existir. Soy madre, sí, de dos ciclones preciosos y torbellinos, pero también soy Mariloli y eso no lo debo olvidar.
Cuando hablo de priorizar mi tiempo me refiero a decidir si tomar un café tranquila antes de peinarme con la plancha, es decidir si dejar que se duerman en el sofá con su padre mientras yo me empapo un buen libro, es decidir si antes de volver a casa doy un paseo para tomar aire fresco, es decidir si disfrutar cuando se duermen mientras me tomo un helado, o es decidir si yo recojo la cocina para ver una serie (‘Ojo!, que así me he visto las 19 temporadas de anatomía de Grey).
Priorizo porque desde que soy madre mi tiempo se ha convertido en oro. Ahora soy infinitamente más feliz pero, me guste o no, a veces debemos apartar ciertas cosas que antes eran imprescindibles pero que ahora carecen de sentido.
También debo decir que mis hijos, además de enseñarme a priorizar, también me han proporcionado una autoestima atroz, porque ellos han roto todos mis esquemas, han roto mi cuerpo en dos para dar paso a la vida y ese sentimiento supera todos y absolutamente todos los comentarios. Comentarios que ellos me han enseñado a priorizar para echarlos a un lado.
Nuestro cuerpo se rompe, nuestras hormonas se tambalean día sí y día también, nuestro cerebro aprende a pasos agigantados, nuestra paciencia se engrandece y nuestro amor, nuestro amor se multiplica con la misma facilidad que los kilos porque quién come es feliz y quién es feliz, come. Esa regla de tres, no hay quien consiga arrebatármela.
Prioriza, crece, siente, aprende, confía porque la maternidad absorbe, pero el amor por ell@s lo engrandece todo haciendo que todo merezca la pena.