El crimen de los Galindos

Publicado: 26/11/2019
Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Los asesinados podrán descansar en paz, fueron víctimas inocentes
En julio de 1975, en un maldito día de esos de calor atroz en los que el aire abrasa con aliento de plomo fundido y resabios de forja de Satanás, cinco personas resultaron misteriosamente asesinadas en el cortijo de Los Galindos, en el término de Paradas, un hermoso y hasta entonces tranquilo pueblo de la campiña sevillana. Un fuego inesperado en el pajar advirtió a los jornaleros que trabajaban en el tajo que algo grave ocurría en el caserío. Al llegar, se encontraron con el espectáculo trágico y espeluznante de cuatro personas muertas, con gran aparato de sangre y fuego. Zapata, el encargado de la finca, no apareció en ese momento, luego en él recayeron todas las sospechas iniciales. “El calor lo ha enloquecido” susurraban, conmovidos, los vecinos que en número creciente se acercaban hasta los Galindos al socaire de la noticia. Zapata, además, era marido de una de las asesinadas, que, como detalle macabro, los asesinos habían acostado en su cama tras arrastrarla y limpiarle la cara de sangre. Nada parecía tener ni pies ni cabeza. En el alboroto inicial, mientras apagaban el fuego y unos iban y otros venían, se destruyeron pruebas básicas que podrían haber conducido hasta el asesino con facilidad. No incidiremos en el despropósito de los primeros pasos de la investigación, al mando del cabo de la Guardia Civil, superado en todo momento por los acontecimientos.

Dos días después, junto al camino de acceso al cortijo apareció el cuerpo de Zapata, bajo un montón de paja y con inicio de descomposición. Nadie pudo explicarse cómo no había sido descubierto antes. Y si Zapata no fue el asesino, ¿quién pudo ser, entonces, el autor del crimen? Comenzaron las teorías y elucubraciones de todo tipo. Que si cultivo de drogas, que si crimen pasional, que si lugar de reunión de activistas de extrema derecha. Llegaron a apuntar, incluso, a uno de los muertos, José González, tractorista, como el responsable de la matanza, lo que supuso un doble drama para toda su familia. Aquello causó hondas heridas en la sociedad de Paradas, que aún perduran en nuestros días. Familias enfrentadas por el rencor hosco de la sospecha vil.

El suceso aterrorizó a España entera y fue objeto de libros y películas taquilleras. Durante tiempo, no se habló de otra cosa. Pese a ello, el crimen no pudo ser resuelto. Durante años se realizaron todo tipo de investigaciones, sin que nadie lograra desentrañarlo. Ni se descubría el móvil, ni, mucho menos aún, se advertía una pista lógica y verosímil que condujera hasta los asesinos. Hoy, más de cuarenta años después, el crimen ha prescrito. El asesino, que puede estar vivo, se las juraba muy feliz pensando que ya, nunca nadie, lograría desentrañarlo.

Pero a veces, la verdad salta en el lugar y momento más insospechado. Juan Mateo Fernández de Córdova, hijo de los marqueses de Grañina, propietarios del cortijo, supo, desde su juventud, que existían cabos sin atar. Conocía a los asesinados, y nunca tuvo duda de su inocencia. Al morir su padre, su madre le desveló un grave secreto familiar que le permitió, por fin, encajar todo el rompecabezas. Se hizo la luz y comprendió el móvil, el modus operandi, los cómplices necesarios. El camino hasta el asesino se despejaba por vez primera. Pudo callar, pero no lo hizo. Honesta y valientemente, decidió sincerarse en el libro El crimen de Los Galindos, toda la verdad, editado por Almuzara, que ha supuesto una auténtica conmoción. Los asesinados podrán descansar en paz, fueron víctimas inocentes.

Y, pronto, el asesino se conocerá.

 

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