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Green Book

Con sus cinco nominaciones y el Globo de Oro ya en la mochila, llega a nuestra cartelera “Green Book”, basada en una historia real de amistad interracial...

Publicado: 15/02/2019 ·
00:03
· Actualizado: 15/02/2019 · 00:03
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Autor

Javier Extremera

Javier Extremera es crítico de música clásica. Asimismo es técnico de Cultura en la Diputación de Jaén

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Este espacio trata la mirada más certera y crítica a la realidad (cuando la hay) cultural de Jaén

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Con sus cinco nominaciones y el Globo de Oro ya en la mochila, llega a nuestra cartelera “Green Book”, basada en una historia real de amistad interracial, que podría dar la campanada en los próximos Oscar, pues se trata de una comedia diseñada para gustar a todo tipo de público. Cine superficial, algodonado y de contornos amables, que gracias a su efectista calado emocional, es capaz de conectar con cualquier espectador, en especial con aquellos a los que al séptimo arte solo le exigen entretenimiento y pasar un rato agradable.

Curiosamente, su director Peter Farrelly es, junto a su hermano Bobby, uno de los culpables de revolcar por el lodazal la –en otros tiempos- gloriosa comedia norteamericana. Ambos son los responsables de estupideces escatológicas del calibre de “Algo pasa con Mary” o “Dos tontos muy tontos”. Películas de consumo y defecado rápido, ideal para esos adolescentes que se acercan al cine como si entraran en una hamburguesería.

Ambientada en los años de la segregación racial estadounidense, este “libro verde” al que hace referencia el título, es en realidad “The Negro Motorist Green Book”, una guía turística y de viajes orientada a la gente de color, que detallaba itinerarios y alojamientos especiales y seguros para ellos, con el fin de evitar altercados con la clase blanca dominante (la guía estuvo vigente hasta mediados de los años 60).

“Green Book” es una “road movie” que por su previsibilidad funciona bien solo a ratos, encallando en las secuencias más dolorosas y dramáticas, en ese desesperante afán por mezclar la comedia afable y reivindicatoria (al más puro estilo del maestro Frank Capra), con el retrato social de una época injusta y sombría. Pero lamentablemente esa denuncia se hace con la boca pequeña, eludiendo la crudeza y edulcorando las situaciones, como si no se quisiera herir conciencias.

La cinta le debe todo a esa estupenda pareja de actores embarcados en dos viajes, uno exterior por el sur de los EE.UU. y otro interior que terminará uniéndoles para siempre. Viggo Mortensen está inspirado dando vida al deslenguado y racista Tony Lip, un expresivo italoamericano matón de discoteca (el guion lo co-firma el hijo del verdadero Frank Vallelonga) que se va transformando con el paso de los kilómetros y un contenido Mahershala Ali como ese refinado pianista negro que desea ahondar en sus raíces. Dos culturas y clases sociales enfrentadas, para dos trabajos interpretativos muy elogiosos y con muchas posibilidades de ser “oscarizables”.

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