“Se acerca la Navidad en la granja. Como cada año tu familia cocinará estupendos platos con productos de la huerta y carne de animales de corral. Este año los patos, gallinas, conejos, cerdos y demás animales están cansados de serviros de comida y tienen mucho que decir…”. Rebelión en la Granja, de
George Orwell.
Acaba una de las más extrañas y, a la vez, mediocres campañas políticas que se recuerden en la democracia reciente porque es casi imposible resaltar propuestas de interés o modelos de país diferenciados en función de las siglas que concurren a urnas. Solo muchas palabras, con escaso fundamento, dichas muy deprisa como quien sobre todo quiere demostrar agilidad de verbo por encima de conocimiento de causa, mucha crítica al contrario sin en ningún caso reconocer jamás errores propios, mucho slogan hueco de esos que se sueltan al viento para que éste los airee, algún insulto mordaz y cierta mofa; bastante, en general, frivolidad. Por partes, el PP, preocupado de detener la hemorragia, se ha intentado mostrar como un partido veterano y serio frente a un PSOE muy nervioso, inseguro, asustado por la pérdida de votos por la izquierda hacia Podemos y por la derecha hacia Ciudadanos; a Podemos, que llegaba desfondado, le han venido bien los debates e Iglesias le ha sacado rendimiento a su larga experiencia como tertuliano en platós de televisión, mientras que a Ciudadanos le ha sobrado más de la mitad de la campaña y a su líder le ha marcado el fatídico temblor de piernas. Ha sido un todos contra todos en un show
prime time en el que, sinceramente, el problema de la gente no ha parecido el asunto central, solapado por cifras e intenciones y por la humanización repentina de un gremio esforzado en mostrarse más cercano cocinando con Bertín, jugando al ping-pong, al futbolín, bailando con María Teresa Campos, hurgando casi con ahínco orificios nasales para demostrar poseer humana mocosidad. Un asco, rematado por ese tortazo al presidente del que se podrían extraer muchos análisis pero que no es más que un bofetón, triste e indignante, a la libertad de pensamiento.
20D. La crónica de ese día está casi escrita. Todo el mundo mira al indeciso que, según el CIS, ronda el cuarenta por ciento y que podría beneficiar a PSOE y PP por cuanto quien hoy oculta su intención es porque, parece, está más cerca del bipartidismo; claro que también ambos temen a sus vías de escape hacia Ciudadanos, de PP, y hacia Ciudadanos y Podemos, de PSOE. En todo caso, los sondeos señalan victoria del PP por mayoría simple y la duda es cómo se repartirá el resto, hasta dónde subirá Ciudadanos, ahora en caída, cuánto bajará el PSOE en ese feroz duelo a la izquierda, cómo se formará gobierno posterior y, ante eso, varias posibilidades: que el PP gobierne en minoría con el apoyo de investidura de Ciudadanos, que manejaría su voto argumentando que facilita la gobernabilidad pero la fiscaliza en la oposición tal y como ha hecho en Andalucía –también puede entrar en el gobierno, pero pactar así es muy dañino para la formación muleta tal y como la historia demuestra-; podría sumar el PSOE con el apoyo de Ciudadanos, más difícil de explicar para un electorado que proviene en su mayoría del PP, también podría gobernar Ciudadanos con el apoyo del PSOE, pero esto sería muy nocivo para el socialismo y a Sánchez, seguramente, no le dejarían, y, por último, podría haber un pacto a la izquierda entre PSOE y Podemos para eliminar de escena al PP como tantos otros ha habido en ayuntamientos, pero no parece que sumen lo suficiente y, además, no se me ocurre manera de que un tripartito entre Sánchez, Rivera e Iglesias fragüe. Muy abierto, muchas alternativas, quizás lo más probable es que gobierne la lista más votada con algún pacto de investidura, siempre que el margen sea razonable, y enero de 2016 inaugure una legislatura de consenso, salvo que el resultado final sea más ajustado de lo esperado y esto solo lo arregle un desempate dentro de un año. En todo caso, el electorado es sabio y ahora rehúye de mayorías absolutas, castiga pactos de conveniencia y pide vigilancia extrema uno de otros para evitar desmanes en la gestión pública, tal y como ha sucedido estos años.
21D. Si el PP ronda o supera los 120 diputados, tanto si gobierna como si no, parece probable que no suceda nada grave orgánicamente a lo largo de un 2016 congresual. Distinto es que el liderazgo de Rajoy afronta su última legislatura y, tanto si habita en Moncloa como si no, el PP parece obligado a rejuvenecer su candidatura de cara a 2019 y hasta el gallego debe tenerlo en mente –situar a Soraya en un debate donde él podría entenderse como el primer aviso serio en clave sucesoria…-. Tanto Podemos como Ciudadanos, con líderes jóvenes, mediáticos, conocidos y que encajan bien en cámara, y más obteniendo resultados aceptables o muy aceptables, fortalecerán su imagen personal y la de sus partidos durante los próximos años. En IU, en cambio, se vislumbra una caída y es posible que la formación que hoy lidera Alberto Garzón termine por integrarse en Podemos o está señalada hacia la desaparición, al igual que UPyD, corrientes políticas que se han quedado sin tablas en la escena.
La gran incógnita está en el PSOE, que internamente ni por asomo espera repetir los 110 que obtuvo Rubalcaba y que, hoy, sería un resultado estupendo; caer por debajo de esa cifra es malo, caer muy por debajo es el acabose, el anticipo de un lío en un partido que se alimenta de sus guerras internas y que, ya lo he dicho otras veces, cual salamandra se desprende de extremidades afectadas para regenerarse sobre sí mismo y lo hace con pasmosa facilidad, sin dolor. Resulta evidente que si el resultado no es bueno, y nada indica que lo vaya a ser, habrá muchas voces dentro pidiendo la cabeza de Pedro Sánchez, que de todos es quien más se juega y que no ha logrado sacudirse la presión de no tener un liderazgo sólido y eso se le nota en la cara, en el discurso, en el modelo de país que propone. Tal vez aguante, pero ya se intuye un congreso movido próximo donde Susana Díaz reclame para sí el liderazgo que se le escapó entre los dedos cuando no quiso primarias para ella y, tal vez, ya se imagine compatibilizando la presidencia de la Junta con la secretaría general en Madrid por unos años.
Terminado el ciclo electoral, se despejarán dudas en el ámbito local porque ninguna formación deberá ya medir pasos en esa clave. Es posible que acuerdos de investidura se conviertan en pactos, que IU, Podemos e, incluso, Ciudadanos, definan su política de cara a entrar en gobiernos, tanto como que prosperen determinadas mociones de censura. Todo depende de cómo quede el escenario nacional y, de él y en cascada, termine por completarse el puzle político definitivo tras un año intenso en materia electoral donde todo ha sido renovado y solo resta por ver si con ello el sistema mejora y los ciudadanos ganan o ha sido como trazar una raya en el agua, que al instante se disuelve y de ella no queda más que el recuerdo de un gesto inútil.
Bomarzo
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