Me dirijo a usted, estimado y nunca bien ponderado vecino y vecina de acero y acera, viandante, señor de andamio, de barra de bar, por delante o circule por detrás, de cola de banco, entidad financiera, pagador compulsivo y automático de impuestos; ciudadano en esencia básica, votante. Tal vez por desahogo, quizás porque entre nosotros apenas hay trato, porque cada uno, por inercia, va a lo suyo y no hay modo de pararse y mirar las cosas de manera conjunta, pero, no sé a usted, estimado, a mí esto cada día me resulta más un asco. En general. No descarto que ande venido a menos por cuanto la fe abunda por ausencia, pero fiel a este estilo de vomitar sentido cada semana hoy toca interrogarte: ¿Qué futuro estamos construyendo? ¿Qué modelo de país, de comunidad, de ciudades, qué valores, qué principios fundamentales anteponemos o, como parece, todo degenera deprisa, sin freno? Una sociedad que acepta la trampa, el insulto, la falta de respeto como norma diaria de convivencia social; qué ejemplo es este para las nuevas generaciones, qué legado moral fomentamos.
El escenario está lleno de engreídos rellena huecos que, a diario, insultan la inteligencia disertando sobre la nada, rompiendo algo tan necesario y hermoso como es el silencio. ¿Se imaginan un mes, una semana al menos, toda entera, sin oír esta jauría de voces? Votaría, se me ocurre ahora, por una fórmula al estilo
Facebook mediante la cual pudieras elegir un listado de quienes te gustan para evitar que el resto entrasen en tu vida sin permiso, que no hubiese modo de que sus mensajes, sus rostros, esos caretos incómodos a la vista, se colasen por ningún sitio, borrarles: Click. Y por cada aparición no aceptada, no apetecible, click, click… Si no te gusta tu alcalde, alcaldesa, click, concejal, presidente de Junta o de comunidad de vecinos, consejero, click, click, hermano mayor, monitor de yoga, quien sea: click. Hincharse a clicks, seguramente terminaría apuntándome a mí mismo y, por insoportable, click.
Pero, prosigo, estimado, quisiera hoy ir a más. Que me ayudes a entender, de verdad. Esta es una sociedad que lo primero que hace es catalogar: has de ser de derechas o de izquierdas, católico o lo contrario, azul o rojo, radical descamisado o facha pijo con corte de pelo y no vale no ser de nada sin resultar sospechoso. Poder expresar libremente en esta democracia de baja calidad, de muy baja calidad, que es la que tenemos, aquello que piensas sin temor a ser socialmente crucificado y, así, que no solo tengan voz los críticos anti-sistema; escuchas a los anti-taurinos, callan o solo tímidamente hablan los taurinos y las plazas suelen estar llenas, si dices que eres hombre heterosexual y que te encantan las mujeres, todas sus partes, estás a un paso de la homofobia y, cuidado; los de derechas son incapaces de decir que son de derechas, acomplejados como están desde que Franco pasó por el tanatorio y huyen de la bandera de España quizás por el abuso que de ellas hicieron en las correas del reloj. Y no pasa nada por ser de derechas y decirlo, se puede ser desde facha engominado a inquilino de sudadera con capucha y barbilampiño. ¿Los de izquierdas? Es muy amplia, la ideológica hoy no se sabe qué izquierda es, se ha movido tanto en su orilla que varía desde los radicales, que son como la voz de la conciencia, no dialogan, imponen, o haces lo que ellos quieren y piensas como ellos dicen o te señalan, te insultan, al más puro estilo del comunismo rancio y viejo, hasta los progres con trajes bonitos y móviles de última generación, coches chulos e instalados en una urbanización llamada Estado del Bienestar, con chalets numerados. Y se puede ser buena persona siendo de izquierdas, de derechas, radical, homosexual, católico, apostólico y hasta romano. También mala.
Estimado, me cuestiono quién realmente está en la idea de generar riqueza, empleo, producción… ¿Quién fomenta y educa la cultura del esfuerzo, la del deber y no solo la del derecho? ¿Cuándo fue la última grúa que viste rascar tu cielo? ¿Adviertes que tu ciudad está triste, muchas veces casi en penumbra, a media luz? ¿Ves como la señalización de las calles apenas si se distingue, que no hay en caja ni para pintura? ¿Y el estado, deplorable muchas veces, de las escuelas públicas, baches, obras menores? La parálisis institucional es alarmante, para mover un papel de una mesa a otra hay que rellenar catorce expedientes y casi nadie está dispuesto a firmar nada, visto lo que sucede cuando firmas lo que no debes, todo se ralentiza, todo se detiene, nada se factura, todo es eterno, y nosotros, los estimados, lo pagamos. El sistema está demasiado ocupado manteniéndose a sí mismo y queda poco margen para generar nada, este es un modelo viciado e incapaz de regenerarse, por mucho que se hable de la reforma de la administración local, de la eliminación de servicios duplicados o triplicados o de que ahora, con la ley de la transparencia en vigor, todo se sabrá. ¿Todo? Ni la mitad de la mitad. La gestión pública ha llegado a un clima de embotamiento general que de ella trasciende solo parálisis y trifulca política. ¿O no lo escuchas, estimado, a diario, aquí o allá, en Madrid o Barcelona entre Rajoy, Mas, Rivera y demás contertulios; en Sevilla, con un debate del PSOE en minoría y la crispación por el bloqueo de la mesa del parlamento y la postura de Ciudadanos, partido político, que no sabe dónde ponerse para no desenfocar demasiado en la foto, o en tu ciudad, con acuerdos de gobierno extraños, minorías y, en general, con una parálisis de gestión alarmante? ¿Qué esconde tanta bronca? ¿No te resulta desproporcionado que solo domine la trifulca política? Por no detenerse en el contubernio interno de cada partido en esas luchas por ocupar plazas, cuotas, lugar predilecto en puestos de salida en listas que optan a cargos que producen vidas plácidas. Se puede ver de otro modo, pero desde luego no nos están dejando margen para ello.
Tal vez, estimado, nada importe. Después de todo, ¿qué tiempo tan bueno hace, no? Es increíble cómo se prolonga el verano, la luz que todavía queda en bellos atardeceres donde disfrutar del silencio, saborear esta tierra nuestra llamada tierra con un vino de uva y concluir que tal vez nada importe salvo sentirse vivo a través de una mirada cómplice, de una risa sentida, de una cintura amable que deje paso sin peaje y de un par de principios de mediano rango. Así estamos hoy, estimado.
Bomarzo
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