En tanto en cuanto nuestros gobernantes intentan complicarnos la existencia en demasiadas ocasiones con batallas internas que ni nos van ni nos vienen o con temas aparentemente importantes que jamás se concretan, y que en la mayoría de las ocasiones no entendemos muy bien cual es su trascendencia en nuestras vidas por mucho que se esfuercen en explicárnoslos o en ocultárnoslo bajo un lenguaje críptico o esotérico.
La inmensa mayoría del personal andamos preocupados por cuestiones que desde las altas instancias del poder, aparentemente carecen de interés o no tienen demasiado valor, pero ¡qué caray!, son las que dan sentido a nuestras vidas y aquellas que no necesitan expresiones complicadas y pensamientos profundos, ya que a buen entendedor pocas palabras bastan.
Con excesiva frecuencia, lejos de asistir a lo que ocurre, contemplamos un afeamiento y deformación de la realidad por quienes intentan mediante misteriosas claves romper esquemas, aunque lejos de lograrlo consiguen que la rutina nos invada, y sólo trabajan en políticas destructivas.
Todo lo que nos rodea tiene sus luces y sus sombras, y tendemos a darles nuestro toques y retoques para intentar hacerlo más agradable y gratificante, aunque con la experiencia sepamos que no es oro todo lo que reluce.
Ni pitos ni flautas, pero en ocasiones estamos absortos en la magia del momento como si pasara una legión de ángeles o una invasión de nubes nos hubiera turbado, excitado, cautivado o abducido. Cuantas y cuantas veces nos levantamos todavía envueltos entre terrores y pesadillas y no acabamos de despegar de la ficción y aterrizar en la realidad.
Un día sucede a otro, y sin apenas darnos cuenta se nos pasa página a página nuestra biografía, buscando con ansiedad lo que normalmente tenemos a nuestro lado, escuchando argumentos peregrinos sobre cuanto debemos a los demás por nuestros éxitos e intentando encontrar justificaciones en los otros de nuestros fracasos.
Hay quienes cuya especialidad es no saber en cada momento, ¡qué carajo quieren!, y son como el perro del hortelano que ni comen ni dejan comer, incluso para joder aún más por no estar no constan ni en las estadísticas, pero créanme están ahí dando la vara y convirtiéndose a veces en nuestro peor suplicio.
Otros ejercen de agotadores y cansinos, y siempre se hable de lo que se hable, se toque el tema que se toque, quieren llevar la voz cantante, cuando lo que estamos deseando la mayoría de los que les soportamos es que se vayan con la música a otra parte.
Sin comerlo ni beberlo, se me ha ido el santo al cielo y como a falta de pan buenas son tortas, he ido construyendo un artículo casi sin darme cuenta, lejos del análisis de los grandes temas de la macropolítica o de verme inmerso y perdido en la crítica de la micropolítica.
Lo cierto que gente como nosotros, entre pitos y flautas, hacemos que este país funcione y nos indigna y nos avergüenza entre otras muchas cosas, que un senador, como representante de la voluntad popular, victima de uno de esos micrófonos abiertos en los momentos más inoportunos, reconozca que no trabajan en toda la legislatura, y el común de los mortales amén de algún que otro improperio se pregunta ¿entonces, qué puñetas hacen?
Seguiremos con la sonrisa en la boca, aunque tengamos las tripas negras y revueltas, porque por muy grave que sea la situación que padezcamos, siempre hay un espacio y un tiempo para la esperanza.