No me manches, le dijo la lustrosa acera a la jacaranda. Qué culpa tengo de cómo me han colocado aquí sin tanto miramiento, le respondió y continuó. A ti te han revestido como al salón de sus casas con baldosas de lujo, se suponía que para que caminaran los peatones y pasearan los paseantes, pero hasta les permites que sobre ti circulen poderosos patinetes y desbocadas bicicletas, o que aparquen dañinos vehículos pesados. Pero no seas egoísta señora acera, eso es lo que tu ofreces, en cambio yo además de mis esplendidas floraciones de primavera y otoño, ofrezco secuestrar esos gases de efecto invernadero que calienta las ciudades, les doy el prodigioso oxígeno tan necesario para la vida y hasta fitoncidas para purificarles el aire de gérmenes, retengo el polvo en suspensión evitando buena parte de las alergias que sufren los humanos, evito las más molestas radiaciones solares, reduzco el volumen de esos ruidos que evitan el descansoy que acaban por estresar tanto al personal que les lleva incluso al peor de sus finales. Pero soy sobre todo les aporto esa buena sombra que hoy llaman refugios climáticos. Bajo mi copa son soportables las olas de calor que son cada vez más intensas y además gracias a mi transpiración refresco el ambiente. Algunos científicos ya han puesto valor a todos esos beneficios que les aporto a los urbanitas en sus ciudades, según ellos esos servicios que aportamos yo y cada una de mis hermanas superan el millar de euros anuales. Se puede dar más por menos. Date cuenta vecina acera que tu problema no soy yo, sino que me enclavaron en unos alcorques tan pequeños que son como unos zapatos con diez números menos de los que necesito. Al menos deberían tener la superficie de la sombra que doy. Y tú, en vez de ser de mármol de Sierra Elvira deberías ser más porosa, y así seríamos más felices todos. Mis flores se degradarían antes, se oxigenaría el suelo en el que viven muchos organismos imprescindibles para la vida, pero sobre todo el agua y otros elementos esenciales se filtrarían hasta lo más profundo de mis raíces. Este verano será muy duro y pocos transeúntes recorrerán tus calles a menos que yo te de la sombra. Soy la única posibilidad de refugio climático en este ecosistema tan amenazado a la vez que dañino que ha creado artificialmente la humanidad. Me necesitas vecina acera.
Apena oír que la principal propuesta para su localidad de un alcalde en las próximas elecciones sea la de talar todos los árboles, ya que según él edil son aquellos los responsables de la deuda municipal, atribuye que por culpa de ellos se ha elevado el presupuesto del servicio de limpieza. Es posible que consiga unas calles limpias, pero no solo de hojas de árboles, sino también de conciudadanos. Las muertes por olas de calor y por otros factores vinculados a la falta de arbolado y de zonas verdes aumentan año tras año, como lo atestiguan muchas prestigiosas instituciones. El suspenso en cultura del árbol de ese gobernante es tan rotundo como un cero con tamaño de un roscón de reyes.