Me he enterado que Amazón tiene un protocolo para el hipotético caso de que hubiera un apocalipsis zombi. También la OTAN. Pero qué quieren, me quedo más tranquila con los de Amazón. Lo de la OTAN se me pone cuesta arriba al modo Fedra de The last of Us, de tiranías militares. En cambio, puedo visualizar con facilidad a esos resilentes sobrevivientes sacando la mano por una ventana buhardillera , para coger el paquete que le entrega el dron de Amazón con cepillos de dientes, polvos de talco y algo de mortadela siciliana. Los transportistas de Amazón son héroes sin capa y mal pagados, sin domingos, sin horarios, sin fiestas de guardar. Con coches cosidos con alambres, con motos, a pie, como sea o todo sea con el afán de entregarte un paupérrimo paquete que lo mismo solo contiene una aguja de croché del número cinco.
Es la crisis invisible que hace que necesitemos ayudas de 200 euros, aun trabajando a destajo porque nunca trabajar a moco tendido fue otra cosa que estar en la rueda de un hámster, matándote para salir de la miseria sin tener visos razonables de hacerlo. En el Apocalipsis, las cosas no van a cambiar. Los zombis van a ser los explotadores que se comen lo que ven, mientras otros desgraciados corren porque les va la vida si no lo hacen. No sé si empezar a ahorrar para una buhardilla que me proteja igual del tsunami que dicen que recabará en nuestras costas gaditanas, que de las fauces de los del apocalipsis zombi. No sé cómo los augures de lo divino pueden aguantar la presunción del tiempo y replegarse de los distintos versículos destinatarios. No sé cómo se puede ir a pie entregando propaganda de publicidad, con parada para orinar una casapuerta un poco apartada para regocijo de su uréter. Hay gente para todo, para comer en la furgo de reparto, para charlar un poco contigo mientras te entregan tú pedido y para mearse en tu casapuerta porque le da la orinada. Hay zombis que ya existen y no se han dado cuenta que se han anticipado; Fedras con acento eslavo y nazis musculados y vigoréxicos. Hay muchas formas de ver la realidad por lo del multiverso que puso de moda Támara Falcó, que enseñará su pulsera de brillantes al dron cuando le recoja desde el ático de Puerta de Hierro, la provisión de beluga para la semana.