Me he conmovido viendo por televisión como en Haití estaban oyendo misa en la calle porque no tenían iglesia.
Me ha conmovido también el poder ver como algunos haitianos estaban intentando reconstruir su Catedral a mano y no paraban porque decían que Dios no les había dicho que parasen, e igualmente he visto como enterraban al Obispo de Puerto Príncipe (víctima del terremoto) en medio de una fe inquebrantable que les hace seguir luchando a pesar del terrible cataclismo que ha sufrido su país.
Y he visto a la Iglesia de base, curas y monjas, misioneros y misioneras, mano a mano trabajando allí en hospitales improvisados, ayudando a ONGs, haciendo todo lo posible por mitigar un poco el dolor tan tremendo que sufre ese pueblo.
Pero a la vez, me ha dolido también el que la cúpula de la Iglesia, tanto el Vaticano como la propia Conferencia Episcopal Española no hayan llevado a cabo un solo gesto de solidaridad, de apoyo con ese pueblo. No he visto a Monseñor Rouco Varela pedir apoyo, ayuda, para este pueblo. Y sí le he visto, en su día, reuniéndose con los banqueros mas importantes de España para pedirle dinero para la visita del Papa a nuestro país.
Como decía en artículo anterior de este mismo espacio, cada vez me cuesta más trabajo defender los postulados de una Iglesia que sigue completamente alejada del sufrimiento y de la realidad.
Incluso el propio presidente Zapatero ha ofrecido un discurso en ese Desayuno religioso en Estados Unidos leyendo el Deuteronomio de la Biblia, más cercano a la Teología de la Liberación que cualquier miembro de la Cúpula de la Iglesia. Yo no puedo estar de acuerdo con esta Iglesia. Mi concepto de iglesia está más cercano a esa que lucha día a día con los desfavorecidos, con los mayores y con todos los necesitados.
Y es por ello que en medio de esta desolación interior, aparece una luz importante que me hace seguir creyendo y luchando. Y es, ni más ni menos, que el trabajo denodado que Pedro Gómez Mancilla, cura de la parroquia de La Piñera, viene llevando a cabo en esa barriada en todos los sentidos con los desfavorecidos sin importar ni credo ni religión, gestionando maravillosamente la diversidad, como dice mi amigo Miguel Alberto; me consta también su lucha incesante por conseguir ese centro de Día para los mayores, cediendo terrenos de la Parroquia para que se pueda construir.
Y ahora ha encontrado respuesta por parte del subdelegado de la Junta, Rafael España, con lo que su tesón ha tenido sus frutos y eso es estar al lado de quienes nos necesitan.
Eso es hacer verdadera IGLESIA porque todos somos ciudadanos del mundo más que nos pese, los muertos de Haití son también nuestros muertos, las hambrunas de África son nuestras hambrunas, los mayores y desfavorecidos de La Piñera y de cualquier barriada y de cualquier creencia, son también nuestros mayores y nuestros desfavorecidos.
Por ello, Pedro, me ayudas a seguir creyendo. Cuenta siempre conmigo.