Maravilloso

Publicado: 14/01/2022
Autor

Pedro García Vázquez

Pedro García es periodista. Director de Informativos de 7 Televisión y Publicaciones del Sur

Absit Invidia

Con la esperanza de ser entendido por lo que pone, y por lo que no. Eso sí, sin ánimo de ofender ni en castellano, ni en latín

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Vaya esta bonita historia en recuerdo de aquellos de nuestros mayores que compartieron sus vidas sin un final feliz por el covid
Como todo hijo de vecino tengo fans de ómicron en mi entorno laboral y familiar. Su afición por la variante ha sido tal que la llevan en sus pulmones. Nada nuevo bajo el sol en la piel de toro que sigue contando -¿es necesario?- los contagios por miles.

Tras cada uno de esos casos hay variopintas situaciones en los síntomas y en los temores, pero les voy a contar la maravillosa historia de una pareja que temió al covid durante meses debido a su avanzada edad y, sobre todo, a la débil salud de hierro de ella que, contando 79 primaveras, había derrotado al cáncer en dos batallas, a una bacteria hospitalaria y convive con una enfermedad crónica pulmonar que supuestamente le convierte en carne de cañón para el covid.

Ese proceso mental que nos lleva a todos a decir que tenemos un catarro fuerte cuando en realidad es el saludo del coronavirus le llevó a él, en un inicio, a negar la evidencia, pero el bicho ya estaba en casa. Aquí no importa el cómo, ni el cuándo sino el qué hacer. La primera reflexión que salió de boca del contagiado fue: “en 53 años va a ser la primera vez que no durmamos en la misma cama”. A lo kafkiano, fue su preocupación inicial. Lo que las circunstancias de la vida no lograron, sí lo consiguió el coronavirus.



La intranquilidad era obvia: evitar el contagio de su mujer. Quizás ya fuera tarde, pero había que intentarlo. Distancia física en una misma vivienda ocupada por dos personas que han estado acostumbradas a compartirlo todo durante décadas. Fácil de escribir, difícil de ejecutar. Llegó el peor de los escenarios. Hija, nietos y, finalmente, su mujer fueron solidarios en el contagio. Barra libre para el bicho.

¿Cuál fue la primera sensación de ella? No sé si tildarlo de alegría, quizás más bien de satisfacción. ¡Ya podían compartir el móvil, pasarse las llamadas, dormir en la misma cama y comer y cenar juntos! Total, los dos ya estaban contagiados. La vacuna y su genética han hecho que todos estos casos descritos hayan sido leves, y ésta sea la crónica de cómo el imperio del amor y la vida se impone al miedo. Vaya esta bonita historia en recuerdo de aquellos de nuestros mayores que compartieron sus vidas sin un final feliz. El maldito bicho no ha podido con mis padres y eso que llevaban 53 años juntos y, hasta hace pocos días, no habían dormido en camas separadas.

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